Alonso se asomó, desesperado, lanzando miradas en todas direcciones, intentando determinar la mejor opción para continuar la carrera. El hijo de Magdalena había desaparecido del lugar donde dormía y el médico estaba convencido que quien lo había secuestrado, era quien había estado vigilando sus pasos primero en el almacén y posteriormente en la casa que estaba utilizando ilegalmente con Carolina.
- ¡¿Donde está?! - Gritó la desesperada joven.
- ¡Quédate adentro y no salgas! -Sentenció el doctor antes de lanzarse en carrera hacia la Iglesia del pueblo abandonado.
Unas risas infantiles sonaban como un eco lejano. Su origen era imposible de determinar y el cambio en la dirección del viento hacia que el doctor corriera de un lugar y luego al otro, convencido que iba en la ruta correcta.
Cuando alcanzó el punto más alto del pueblo, desde la imponente entrada del templo hecho de adobe, observó el lugar con atención. El graznar de un pájaro se escucha a lo lejos, la montaña parecía silbar cuando el viento golpeaba contra ella, una clara nube de tierra se levantaba a pocos centímetros del suelo y todo parecía indicar que continuaban completamente solos.
Fue entonces cuando Alonso vio una camioneta militar aparentemente abandonada. Su suave movimiento no podía ser causado por la brisa que soplaba, por lo que era evidente que alguien había en el interior. Avanzó con calma, cuidadoso al no saber a quien se enfrentaría. El que fuera médico de Valle Azul se presentaba ante su enemigo completamente desarmado, sólo podía confiar en su valentía para enfrentar a quien se había llevado al hijo de su gran amor.
Avanzó con cautela, quedando a sólo dos pasos del vehículo militar. Un sonido suave, casi inaudible, se hizo cada vez más claro en la medida que iba acercándose. Acercó el oído, ansioso por descifrar el dialogo. La voz parecía el de una joven, más aún el de una niña.
"Quiero quedarme con el bebé..." Fue lo único que alcanzó a oír y envalentonandose, abrió la cortina militar para asomarse hacia el interior de la camioneta. La sorpresa para Alonso fue mayúscula al descubrir que en el interior habían cinco niños que, sintiéndose descubiertos, reaccionaron con gran temor.
Se apretaron entre sí, buscando protección ante el adulto que los había descubierto, y la pequeña que sostenía fuerte a Renato entre sus brazos diminutos intentó contener las lágrimas que pronto rodaron por sus mejillas.
El pueblo había sido azotado por la enfermedad, acabando con todos los adultos del pueblo, dejando vivos únicamente a los niños, que ahora eran los dueños del lugar. Sobreviviendo como si estuvieran en un eterno juego, sin darse cuenta que la tragedia era ahora la protagonista de sus vidas.
Carolina se sintió conmovida por la soledad y el abandono en que vivían los infantes, quienes no presentaban signos de estar enfermos por lo que calificaban para irse con ellos al refugio en el Norte, sin embargo los niños se resistieron a la invitación. Este pueblo fantasma era ahora el lugar donde podrían hacer lo que quisiera, jugar todo el día, entrar y salir de cualquier casa sin pedir autorización. Eran, sin saberlos, los pioneros de una nueva Comunidad que en el futuro, muy en el futuro brillaría con luz propia.
Alonso tuvo una conversación intima con el niño que parecía liderar a los menores. La extraña conversación entre el adulto y el infante se realizó al caer la tarde, sentados ambos en una gran piedra con el sol posándose en el fondo. Los niños, a pesar de sus cortos años e indefensos en apariencia, eran un grupo solido, que podía reaccionar de forma muy violenta con tal de protegerse entre sí.
El médico solicitó permiso para buscar provisiones en el consultorio del pueblo. Lo que verdaderamente quería era tener la posibilidad de examinar a Carolina, quien había descubierto su estado de embarazo, sin tener ningún control del mismo.
Alonso examinó a la muchacha y logrando echar a andar el generador, pudo realizarle una ecografía. El examen fue concluyente, el bebé venía en excelente estado de salud y contaba con 7 semanas de desarrollo. Los ojos de Carolina se llenaron de lágrimas, no sólo por confirmar que su hijo o hija venía en optimas condiciones, también porque esto descartaba su gran temor.
- Es el hijo de Dante... Por el número de semanas, ya no tengo dudas... Es hijo de él.
Alonso abrazó a la joven y la besó en la frente, mientras Carolina se refugiaba en sus brazos. En su interior llevaba el fruto del amor, no de los abusos de quien fuese el líder de la extinta secta.
...CONTINUARÁ
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