miércoles, 25 de abril de 2012

CAPÍTULO 18: "El costo de una verdad dolorosa"


Carolina alisaba su cabello con un cepillo, mientras observaba su rostro reflejado en el espejo. Su expresión era serena, al tiempo que el peine es movía en forma descendente por sus suaves cabellos y su cabeza se llenaba de pensamientos. Eran varios meses los que habían pasado desde la última vez que había visto a Alonso. Cuando él se fue, ella estaba embarazada de Eva, la pequeña niña que ahora dormía sobre su cama.

La joven madre sabía que el médico venía de regreso al recinto militar en donde vivía actualmente y recordaba que una historia de amor en desarrollo se había truncado sin concretarse. No quería aferrarse a una ilusión, ni mucho menos dejarse llevar por ella, pero su corazón sin dominio latía más rápido cada vez que recordaba que él estaba a pocos kilómetros.

Se abrió el grueso portón metálico que era el único acceso al Oasis en el desierto. Ingresó el vehículo militar y luego de unos segundos, Alonso descendió de él. Lucía más delgado, con el pelo crecido y enmarañado, pero su sonrisa y mirada era la misma.

Se miraron intensamente durante unos momentos, sin saber que hacer. Carolina fue quien rompió la tensión, corriendo con prisa para lanzarse a los brazos de Montero y fundirse en un gran y apretado abrazo.

- Pensé que no te iba a volver a ver... -Dijo la muchacha, con ojos cerrados, sosteniéndose fuerte del médico, antes de reiterar- Tenía mucho miedo de no volverte a verte nunca más...

Alonso separó a Carolina, tomando su rostro firme con ambas manos para mirar cada detalle de su cara. Montero se veía emocionado, pero aguantaba unas lágrimas ansiosas por estallar. Disparó preguntas como si fuese una metralleta, ansioso, atropellándose las palabras en su boca sin dar tiempo a Carolina a responder. La muchacha lo calmó, ahora que había vuelto tendrían todo el tiempo del mundo para hablar de eso y mucho más.

Se volvieron a abrazar, hasta que Emilia llegó a su lado para ofrecerle al médico comida y una ducha. Alonso la aceptó, mientras recordaba que la hermana de Joaquín había amanecido desnuda a su lado la noche anterior. Este pensamiento fue recurrente una y otra vez mientras Alonso disfruta el largo baño bajo la ducha, pensando en el momento en que ella revelaría el incidente a Carolina. Era cosa de tiempo, estaba seguro, más temprano que tarde ella hablaría con la verdad, por lo que prefirió adelantarse.

Carolina ingresó al comedor, que por ser una ocasión especial, estaba preparada con mantel largo, flores y un gran despliegue de apetitosos alimentos. Al fondo de la sala Alonso la esperaba. Carolina se acercó, con paso lento y gran sonrisa, casi como una novia que avanza hasta el altar para dar el sí que cambia su vida. La expresión del Médico la alertó, estaba serio, complicado, visiblemente contrariado. Carolina no esperó más y preguntó que pasaba, la respuesta de Alonso tampoco tuvo rodeos, confesando lo sucedido con la hermana de Joaquín la noche anterior.

La confesión caló hondo en Carolina, quien en cosa de segundos vio todas sus ilusiones destrozadas. Los meses de larga y angustiosa espera repentinamente se volvían gratuitos y la esperanza de un futuro con el que fuera médico de Valle Azul se desintegraban al darse cuenta que él no había logrado aguantar sus impulsos sexuales, utilizando a la hermana de Joaquín Arellano para poner fin a su abstinencia.

Lloró, provocando la ternura y culpa del doctor que quiso abrazarla, pero ella lo impidió, frenandolo con una mano. Sus pensamientos aún confusos le impedían manifestar una opinión clara respecto a lo que estaba sintiendo en ese momento, sólo se limitó a reconocer al médico que la había defraudado.

Cuando Emilia sintió nudillos golpeando la puerta de su dormitorio supo de inmediato quien iba a visitarla. Era algo que no sólo sabía que sucedería, sino que además lo esperaba ansiosamente. El rostro de Carolina reflejaba su profunda decepción. Las lágrimas ya no brotaban de sus ojos, pero no eran necesarios para mostrar la tristeza de la joven. Carolina deslizó un suave "¿Por qué?", cosa que Emilia no pudo responder con palabras. Carolina había hablado con la Gurú cada día que Alonso estuvo fuera, manifestando sus ilusiones y deseos, por lo que no podía menos que sentirse traicionada.

Meses atrás Emilia le había dicho a Carolina que no podía involucrarse con el médico enfermo de la enfermedad que azotaba al mundo, pues su contagio sería inmediato, por lo que Carolina enrostró a Arellano con esta realidad.

- ¿Por que lo hiciste? Sabías que te ibas a contagiar... No sólo me lo quitaste ¡Te condenaste a muerte! -Sentenció una dolida Carolina.

Emilia la miró intensamente un momento, antes de negar con un movimiento de cabeza, bajándola, avergonzada. Carolina temió lo peor, había sido víctima de un engaño y enfrentó a la líder con esta posibilidad. Emilia le aclaró que nunca le había mentido, pero a diferencia de lo sucedido meses atrás, el destino no estaba cerrado.

- Hay una cura... -Concluyó Emilia- La encontraron hace poco en Perú. Todos los contagiados pueden salvarse.

La información llegó a Carolina como una esperanza, aunque no sabía si podría superar que Alonso ya se hubiera involucrado con otra mujer.

CONTINUARÁ...

lunes, 23 de abril de 2012

CAPÍTULO 17: "7 años atrás"


"Valle Azul" era un pueblo que debía su nombre a que sus cielos siempre estaban despejados; Las características de la zona donde se encontraba situado hacían que las nubes nunca cubrieran sus cielos, ni de día, ni de noche; El sol brillaba majestuoso en las mañanas y tardes, y al caer la noche el techo del pueblo se cubría de estrellas.

A oídos de Emilia había llegado la información que su hermano Joaquín estaba formando un culto bautizado como "La Comunidad de los Últimos Días", que ya contaba con unos pocos seguidores y que estaba liderado por el hombre que llevaba su sangre y por Lola, una mujer sumisa que cumplía un rol de esposa con él.

Las profecías del fin del mundo, que pertenecían a la doctrina "Arellano", eran palabras con las que Emilia había crecido, ya que su padre las había repetido una y otra vez durante toda su vida. Esta agrupación, que corría peligrosamente el riesgo de ser una secta, despertaba lentamente desconfianzas en los habitantes del pueblo, quienes silenciosamente empezaban a planificar la forma de expulsarlos del lugar.

Consciente de que su lazo con Joaquín estaba roto, Emilia comprendió que no podría ingresar a la secta para saber que era lo que estaba sucediendo dentro, por lo que ideó la forma de averiguar que se estaba gestando a través de una espía: Julia Ossa, una ex prostituta, que había sido rescatada de las calles por un grupo de la Universidad donde Emilia dictaba clases.

Era una mujer de una pasión que emanaba por sus poros; Tremendamente guapa y sensual, era capaz de capturar miradas de hombres y mujeres por igual; Deslenguada, no necesitaba levantar la voz para minimizar a sus contrincantes, pues contaba con la capacidad de detectar las falencias de su enemigo y liquidarlos con tan sólo una palabra.

Julia era, sin dudas, la candidata ideal para infiltrarse en la Comunidad e informar a Emilia lo que pasaba dentro, todo por supuesto a cambio de dinero, que era lo único que a ella le importaba en este mundo. Emilia y Julia idearon en conjunto el plan para que Joaquín la conociera de forma casual. Desamparada y envuelta en lágrimas, Julia lloraba en las afueras de la Comunidad cuando el líder la encontró sentada, aparentemente sin destino y le explicó que no tenía donde ir.

La invitación a unirse a la Comunidad fue inmediata, premiando el plan con el que Emilia tenía certeza haría ingresar a su espía. Las siguientes semanas ambas mujeres se comunicaron en secreto, sin embargo a poco andar Emilia comenzó a darse cuenta como los pensamientos de su hermano comenzaban a penetrar en la cabeza de Julia, convenciendola de que él podría llevarla a la salvación, pero peor incluso, que ella podría compartir una vida a su lado.

Emilia intentó por todos los medios que Julia entendiera que Joaquín le estaba lavando el cerebro, pero cuando el líder le pidió a la ex prostituta que se convirtiera en su segunda esposa, ella terminó de confirmar a quien le debería lealtad.

Desde ese día Julia Ossa se convirtió en la mano derecha de Joaquín, sin revelar nunca cuales habían sido las verdaderas motivaciones para unirse a la secta. Guardó el secreto de su doble militancia, pero los motivos que tenía Emilia para meterla de infiltrada. El verdadero rostro de la hermana de Joaquín, sus reales intenciones, ese misterio indescifrable, era algo que Julia siempre supo y que dejó escrito en una carta poco antes de morir.

Un equipo de fuerzas militares llegó hasta el Oasis del desierto informando que los últimos sobrevivientes de "Valle Azul" acababan de fallecer y el pueblo entero había sido dinamitado para prevenir nuevos focos de contagio. Emilia preguntó si habían conseguido su encargo. Un sobre sellado, que contenía la carta, fue entregado en sus manos. Emilia abrió la misiva, sus ojos se llenaron de lágrimas al leer, cerró el sobre y lo guardó en una pequeña caja donde la líder atesoraba los recuerdos más importantes de su vida, incluida una fotografía de su esposo muerto...

...CONTINUARÁ

domingo, 15 de abril de 2012

CAPÍTULO 16: "Una noche que no existe"



La noche en el desierto de Chile estaba particularmente helada. La caravana que regresaba al oasis del Norte, también llamado refugio o bunker, llevando a Alonso a su reencuentro con Carolina se había detenido para descansar  y continuar la travesía al despuntar el sol.

El médico dormía en la parte trasera de una camioneta que, supliendo las necesidades básicas de cama y luz, se había convertido en un improvisado dormitorio. Su rostro revelaba la baja de peso de los últimos meses. Su dieta se había reducido a pequeños animales que cazaba y la escasa agua que había bebido se reflejaba en un rostro fatigado y reseco. Dormía como un niño, tras comer una cena que le había llevado las fuerzas militares, cuando de pronto alguien ingresó, dibujándose como una sombra sobre él.

La mano de Emilia destapó la frazada que cubría a Montero. La hermana del líder de la extinta "Comunidad de los últimos días" observó su rostro detenidamente, analizando cada detalle de su rostro, repasando mentalmente el episodio de sangre en el que Alonso había acabado por accidente con la vida de Maximiliano, su único amor. La serenidad de la mujer y sus enigmática mirada hacían imposible deducir cuales eran las intenciones que se ocultaban en su cabeza.

Al amanecer el médico despertó y se encontró en la cama desnudo, con Emilia de la misma forma junto a él.  Su primera reacción fue de desconcierto, pero superado por la sorpresa, no logró formular palabra a la mujer que seguramente había pasado las últimas horas abrazada a su pecho.

Emilia comenzó a desperezar, descubriendo el rostro desencajado del doctor, que con una mirada desesperada esperaba una explicación para lo que había pasado, sin embargo ella depositó sus labios sobre los de él a modo de un suave beso. Alonso lo recibió durante un segundo, pero luego la empujó con violencia. Exigía que la hermana de Joaquín le dijera que había pasado entre los dos, sin embargo ella sonrió creyendo que se trataba de una broma. Alonso se puse de pie de golpe, tomando su ropa para ponérsela con prisa. La gurú se cubrió avergonzada, aguantando las lágrimas por lo que consideraba un trato humillante y con una mano alcanzó su ropa, para calzársela con prisa y así huir del lugar.

Alonso insistía que ella debía haber hecho algo, haberlo drogado o algo del estilo, para crear este montaje, pues él la única mujer que aseguraba que existía en sus pensamientos era Carolina. Antes de abandonar el vehículo Emilia se giró y mirándolo fijamente a los ojos le enrostró si podría consumar su relación con Carolina, ahora que había pasado la noche con ella.

Estas últimas palabras se repitieron una y otra vez en la cabeza de Alonso durante todo el viaje hasta el Bunker. Emilia iba sentada de copiloto, en silencio, mientras el médico desde la última fila no dejaba de mirar el paisaje.

Fueron largas horas de un silencio absoluto, mientras Montero repasaba una y otra vez lo que diría a Carolina cuando la volviera a ver. La noche anterior se encontraba borrada de su cabeza, pero despertar con Emilia desnuda en sus brazos era una prueba irrefutable de que algo había pasado entre ellos.

Las grandes puertas de hierro se abrieron y la delegación militar ingresó al Recinto. Alonso se bajó del vehículo, sin una respuesta clara en su cabeza. Emilia se le acercó para preguntarle si estaba listo para ver a Carolina, sin embargo el médico tenía serias dudas respecto a esto. En su mente competían la idea de hablarle a la madre de Eva con la verdad o regresar por el mismo camino que había llegado.

- Alonso...

Se escuchó tras el médico. Al girarse encontró a carolina con su pequeña hija en brazos. La muchacha sonreía esperando un abrazo del hombre que había extrañado los últimos meses.

... CONTINUARÁ

martes, 10 de abril de 2012

CAPÍTULO 15: "La Revelación"


Mayo del 2004 fue el año que marcó la vida de Emilia Arellano para siempre. El momento de su vida en que algo se rompió, marcando un antes y un después que, sin saberlo en ese momento, afectaría la vida de más de una persona.

Su vida era plena. Había conseguido un contrato donde el prestigio era similar en importancia a los millones que ganaría por su desempeño como Jefa de sección en un importante laboratorio médico. Había conocido a Maximiliano, un médico de quien se había enamorado desde el primer momento y con quien, luego de 5 meses de relación, tenían planes de un pronto matrimonio.

Los lazos con su familia estaban rotos de momento, sin embargo guardaba la esperanza de algún día poder restaurarlos. Maximiliano llenaba su vida. Cada mañana se aseguraba de sorprenderla con una nueva forma de demostrarle que la amaba, ya sea escribiéndolo sobre las tostadas con manjar o dejandole mensajes en el espejo del baño que aparecían con el vapor de la ducha.

Eran, a ojos de todos, la pareja perfecta. Enamorados, exitosos y con un futuro esplendoroso por delante, y lo formalizaron una fría mañana de Abril cuando se convirtieron en marido y mujer, sin embargo una semana después que la pareja diera el sí frente al altar, sus sueños se vieron truncados. Maximiliano acababa de recibir la invitación para hacerse cargo de la Dirección de una clínica que estaba pronta a inaugurar, pero no era el único candidato para el puesto.

Insistió mucho para conocer el nombre de la otra persona que aspiraba a quedarse con la dirección, sin embargo sus futuros empleadores se negaban, por ética, a decir de quien se trataba. Obsesionado Maximiliano logró dar con el nombre del médico y en un afán por conocer a su rival, encontró la dirección del postulante, decidido a hacerle una visita para conocer al enemigo.

Esperó pacientemente en las afueras, ya que el domicilio se encontraba vacío. Mientras lo hacía una tonelada de pensamientos se agolpaban en su cabeza. La mujer de la que se había enamorado era tremendamente exitosa y él, recientemente convertido en su esposo, necesitaba conseguir el nuevo puesto para estar "algo" a la altura de ella. Se sentía presionado, más aún, angustiado por ser alguien que pudiera ofrecer todo lo que, él sentía, la bella pelirroja necesitaba.

Pasada la medianoche un auto irrumpió en la calle con gran escándalo y entonces, frente a la casa cuyo domicilio Maximiliano tenía anotado en un papel, descendió Alonso Montero, el médico que por esos días aspiraba a ganarle en la competencia por ser director de la clínica a inaugurar. Su estado era de intemperancia, había estado bebiendo durante horas, victima de una fuerte depresión gatillada por el stress. Maximiliano no perdió la oportunidad de sacar la cámara fotográfica que llevaba consigo para registrar al médico manteniéndose apenas en pie.

Alonso reaccionó con el flash de la cámara y sin conocer las razones del improvisado paparazzo, se lanzó en la carrera por quitarle las fotos. Maximiliano corrió, con la energía de un hombre que no estaba bajo los efectos del alcohol. Alonso, por el contrario, tuvo que montarse en su vehículo para perseguirlo.

Los reflejos del hombre que luego se enamoraría de Magdalena eran deficientes, su visión borrosa y aunque lanzaba miradas en todas direcciones, no lograba encontrar a Maximiliano, hasta que lo vio de frente a su vehículo, encandilado por las luces, ya sin oportunidad de escapar.

El auto no sólo golpeó al hombre que Emilia tanto amaba, además pasó por encima de él, causándole la muerte inmediata. Alonso, cuya borrachera ni siquiera se espantó con el violento incidente, bajó del auto para darse cuenta que sobre la gran posa de sangre, un desconocido acababa de fallecer.

Los meses posteriores Alonso vivió en el encierro de su hogar, sin ánimos de salir, ver la luz del día, ni socializar. Dejó la postulación al puesto que tanto quería y ayudado por un excelente abogado, logró escapar de los cargos que se le imputaban como homicida, a pesar de esto, todo en Santiago le recordaba al hombre que había matad,o por lo que decidió irse de la ciudad.

Investigó algunas cosas del hombre al cual le había arrebatado la vida, enterándose que se había casado recientemente con una mujer que, tras el fallecimiento, había decidido volver a su pueblo natal, una pequeña localidad del norte llamada "Valle Azul".

Alonso viajó hasta el lugar, queriendo encontrar a la mujer de la cual sólo conocía el apellido de casada, sin embargo no pudo dar con su paradero. Por el contrario, encontró una oportunidad de empezar una nueva vida en el apacible poblado al saber de una vacante en el consultorio de la zona.

Los años pasaron, haciendo que el médico olvidara el nombre de la mujer que quería encontrar, sin embargo Emilia no olvidó nunca el nombre y el rostro del hombre que le había quitado a la única persona que había amado más que a su propia vida y cuando lo vio aparecer en la Comunidad que había fundado, lo reconoció de inmediato.

Es más, cuando le nombró "Asesino", no se refería a la muerte que le causaba a Raúl, finalmente podía culparlo en la cara por lo que había hecho a Maximiliano y que nunca, jamás, pudo superar.

En la orilla de un acantilado el vehículo de Alonso estaba estacionado mientras en su interior el médico miraba el atardecer. Habían pasado 4 meses desde que había abandonado a Carolina en el refugio del Norte donde los inmunes a la enfermedad que azotaba al mundo estaba reunidos.

Un camión militar llegó hasta él, bajando del auto Emilia, determinada a informarle al médico que la hija de Carolina acababa de nacer. El médico tomó la noticia con tranquilidad, ya antes Emilia había logrado sacarlo del camino y pensaba que informarle del nacimiento era sólo un mécanismo de tortura.

- Ya no tengo necesidad de protegerla de ti... -Concluyó con la serenidad que la caracterizaba la hermosa colorina- ...Su hija nació, está bien y Carolina quiere verte...

Alonso miró a la mujer que le generaba seria desconfianza, por el lazo de sangre de quien fuese su mayor rival, pero volver a ver a Carolina era algo que había esperado cada día desde que la había dejado atrás.

Emilia lo invitó a volver con él al refugio y, quizás, intentar tener una relación con la joven que las últimas semanas había anidado sentimientos por su persona. Alonso lo pensó un momento, antes de finalmente aceptar. Se montó en el vehículo militar, de regreso al lugar que había abandonado. Emilia lo observaba por el espejo retrovisor, sin dejar de recordar por un segundo que trasladaba al asesino del amor de su vida...

Era un acto de extrema generosidad... ¿O la antesala a un delicado y preparado plan de venganza?

CONTINUARÁ

miércoles, 4 de abril de 2012

CAPÍTULO 14: "El Final"


Eran semanas las que Alonso llevaba a la espera de un vehículo en dirección al Bunker donde Carolina había sido encerrada. Las carreteras desoladas seguían vacías, ya que muy pocos de los sobrevivientes a la enfermedad que había arrasado con gran parte de la población mundial sabían de la existencia de este refugio.

Un vehículo se divisó en el desierto. A estas alturas la imagen tenía iguales posibilidades de ser fantasía o realidad. Cuando estuvo a pocos metros de distancia, el médico se lanzó a la mitad del camino, interponiéndose en su ruta, agitando las manos para obligarlos a detenerse. La familia, conformada por padre, madre y los dos hijos pequeños, no manifestaban signos de estar enfermos y Alonso, con los conocimientos que les daba su profesión, corroboró su perfecto estado de salud. Se ofreció a llevarlos hasta el lugar de residencia de los inmunes, con la única condición que una vez que llegaran lo ingresaran al recinto, oculto en la maletera.

La familia, a regañadientes, aceptó, al descubrir que la razón de su mirada desesperada era que necesitaba volver a encontrarse con Carolina, la joven que en estos días llenaba su corazón. El camino fue el momento para que el médico les contara los detalles de la historia trazada con la muchacha, remeciendo sus recuerdos y la ansiedad por volverla a ver.

Lograron vencer la vigilancia militar y una vez dentro fueron asignados a una pequeña cabaña donde Alonso se hospedó por esa noche, sin embargo al despuntar de un nuevo día la desesperación por encontrar a Carolina lo hizo huir apenas los rayos de luz comenzaban a iluminar el lugar.

No  fue mucho lo que le costó al médico dar con el hogar de los Ortega, donde el padre y hermanos de Carolina, cuidaban de la joven que ya evidenciaba su embarazo con un vientre abultado. El médico observó desde lejos, esperando el momento que la joven estuviera sola para acercarse y decirle que había llegado a rescatarla, sin embargo a los pocos minutos comenzó a analizar la sonrisa de la muchacha, la forma en que hablaba con su familia y como era el centro de las atenciones de todos quienes la rodeaban. Luego de unos momentos Alonso lo comprendió: Carolina estaba en paz y era feliz.

Los pensamientos se atropellaban en la cabeza de Alonso, quien contagiado con la enfermedad tenía un pronostico de muerte inminente, además su móvil era un amor que no estaba completamente seguro de estar sintiendo y de llevarse a la muchacha, sería para continuar una travesía por el desierto, luchando por sobrevivir, alimentarse y tener comodidades que no se comparaban a las que ya existían en el refugio.

- Ella está bien aquí...

Fueron las palabras que sonaron de la boca de Emilia, quien llevaba ya un rato observando a Alonso. El médico se giró para mirar a la gurú con el mismo resentimiento de siempre, pero esta vez la mujer le sonrió de forma calida, intentando serenarlo.

- Si dejé que entraras en la maletera del auto y pasaras la noche acá es porque sabía que cuando vieras a Carolina, lo comprenderías... Es feliz.
- Le lavaste el cerebro.. ¡Este lugar no es distinto a la secta donde la tenía tu hermano! Sólo cambió la decoración... ¡Pero es la misma cosa!
- Si realmente crees eso... -Respondió con tono pausado- acércate a Carolina, díselo y yo mismo les paso un auto para que se vayan muy lejos de aquí...

Alonso volvió a mirar a Carolina. La muchacha recibía en el vientre el tierno beso de su padre, que emocionado acariciaba al que sería su futuro nieto, mientras uno de los hermanos de la joven jugaba con el pequeño Renato intentando sacarle una sonrisa.

-  Pero si realmente la quieres, lo que tiene que importarte es su felicidad... -Concluyó la guía- Es el momento de tomar una decisión...

Alonso pensó un momento, antes de finalmente desistir de los que eran sus planes iniciales. Preguntó a Emilia si el auto que le había ofrecido estaba disponible para él, a lo que la gurú confirmó con un movimiento de cabeza. Los militares prepararon el vehículo, llenando el estanque con combustible y preparándolo con provisiones de alimentos para las siguientes semanas. El médico lo abordó, dando una última mirada hacia atrás, consciente de que dejaba a Carolina para siempre. Puso la mano en la llave, temblando antes de finalmente girarla para echar el auto a andar. Las gruesas puertas metálicas se abrieron, dejando salir al médico, con rumbo desconocido.

Desde un rincón, Carolina emergió cuando confirmó que Alonso se había ido. Sus ojos se llenaron de lágrimas, aguantando un llanto que luchaba por explotar. Emilia puso su mano sobre la de ella, dándole fuerzas.

- Hiciste lo correcto, Carolina... -Concluyó la hermana de Joaquín Arellano- ...No se habría ido si no te hubiera visto sonreír...
- Voy a extrañarlo... -Respondió afectada.
- Él va a estar bien... Tú lo estarás... Y tu hijo también lo hará... -Se acercó con el cariño de una madre, susurrando con delicadeza- Créeme. Yo me encargaré de eso...

Alonso manejó por horas, alejándose cada vez más del refugio. Los días, semanas y meses avanzaron muy lento, pero de pronto, casi sin saber como, llegó el momento en que Carolina dio a luz. Emilia asistió el parto de una hermosa niña a quien la líder aconsejó llamar "Eva", pues estaba convencida que ella y el pequeño Renato serían los pilares de una nueva sociedad. Una sociedad limpia, sin egoísmos, odios, ni traiciones. Un nuevo mundo.

Todo lo malo era parte del pasado y este, era el comienzo de una etapa de plenitud. Los últimos días ya habían terminado, estos eran los primeros de algo nuevo...

FIN

lunes, 2 de abril de 2012

CAPÍTULO 13: "El fin del camino"

Para Alonso y Carolina el que alguna vez fuese un apacible "Valle Azul" cada vez quedaba más atrás. Habían sido largas semanas de un intenso viaje en el que habían conocido la nueva Comunidad liderada por Emilia Arellano, hermana del fallecido Joaquín; Habían conocido un pueblo habitado sólo por niños, Carolina había sobrevivido al ataque de zorros salvajes y Alonso finalmente estaba libre, luego de ser acusado por causar la muerte de Raúl. En medio de la caótica aventura un sentimiento había florecido entre ambos, no era amor, pues ambos cargaban con el recuerdo de las personas que habían marcado su vida, pero sí era el paso anterior a este sentimiento. Un beso con el que Alonso le había devuelto la vida a la muchacha era el chispazo inicial para una pasión que tomaba cada segundo más fuerza.

Emilia le recordó a Carolina que aunque ella se encontraba sana de la enfermedad que había azotado al mundo entero, el contagio se produciría si la joven caía en los brazos del doctor, sin embargo esa noche, la última antes de llegar finalmente al bunker que tanto habían esperado, la joven se acercó al médico que miraba las chispas de una fogata, absorto en sus pensamientos.

Fue el momento en que ambos se sinceraron respecto de sus sentimientos. Carolina sentía miedo de que Alonso siguiera amando a Magdalena, pues ya en el pasado había sucedido que aún cuando él la creía muerta, su corazón no había dejado de latir por su recuerdo. Esta vez era diferente, le aclaró, pues contrario a lo sucedido 3 años atrás, esta vez la había visto morir en sus brazos; La ocasión anterior la esperanza de que ella siguiera viva era lo que lo había mantenido atado.

Carolina y Alonso unieron sus labios en un tierno, dulce y pausado beso. El médico tomó el rostro de la muchacha con ambas manos, desesperando por devorar su boca y desatar la pasión que estaba latente para ambos. La muchacha sintió el calor interno que la recorría de pies a cabeza, dejó que el doctor besara su cuello y descubriera su hombro para besarlo con intensidad. El momento de consumar lo que ambos querían estaban a sólo segundos, hasta que la muchacha repentinamente se detuvo revelando finalmente al doctor las razones de su rechazo.

"¡Emilia está mintiendo"! replicó Alonso a la muchacha, seguro de que esta era sólo una mentira de la Gurú para mantenerlos alejados. Carolina estaba confundida, insegura respecto al cómo actuar. Los gritos de la pelea despertaron a la hermana de Joaquín, quien rápidamente se apersonó para defender la tesis que marcaba la gran limitante para que Alonso y Carolina pudieran estar juntos. Alonso la enrostró, estaba seguro que su sangre Arellano portaba la misma locura y maldad que había llevado a tristes desenlaces a su padre y hermano. Violento empujó a la líder, haciendola caer al suelo y se alejó buscando calmar sus ánimos sulfurados. La reacción aireada fue la que la mujer de intensos ojos verdes usó para que Carolina se diera cuanta los estragos que causaba la enfermedad en quienes la padecían. En el silencio, Carolina ocultó sus inseguridades.

Lo que hasta ahora habían nombrado como "Bunker" en realidad era una Colonia de inmunes a la enfermedad que había acabado con un gran porcentaje de la Comunidad mundial. La van militar manejada por Emilia estaba a poco kilómetros de llegar a destino y en el interior del vehículo la tensión entre los ocupantes era evidente luego del episodio de la noche anterior.

Un gran portón metálico era el único acceso a un sector cercado con gruesas y altas paredes de concreto. Los recién llegados descendieron del vehículo, siendo recibidos por militares que custodiaban la entrada y que reconocieron a Emilia apenas la vieron bajar. Les dieron la bienvenida, abriendo las puertas para permitirles el ingreso.

La Colonia era un lugar de ensueño. Un verdadero oasis en medio del desierto. Tras las gruesas paredes se desplegaba un trozo del cielo en la tierra. Una gran laguna artificial permitía que creciera abundante vegetación alrededor de ella. Animales pastaban y corrían libres, conviviendo en paz con la población que vivía en rusticas casas de madera que, a pesar de su apariencia sencilla, eran muy cómodas y funcionales. A pesar del aspecto antiguo del lugar, la tecnología abundaba, pues era la herencia de lo alcanzado por la sociedad hasta este momento y el único signo de que este seguía siendo el siglo XXI.

Avanzaron para ingresar, pero fue entonces cuando los guardias pusieron sus armas para impedir el paso de Alonso. El médico reaccionó con sorpresa, sin entender porque la negativa al ingreso. Emilia recibió la pregunta de uno de los oficiales, antes de confirmarle con un movimiento de cabeza y un certero "Sí, él está contagiado".

El rostro de Carolina se desencajó al darse cuenta que Alonso no podría ingresar junto a ella. Comenzó a llorar, a suplicar a todos quienes la escuchaban que lo dejaran entrar con ella. Que era su amigo, la única persona que le importaba en la vida. Fue el momento en el que el padre de la muchacha se le unió desde el interior para recibirla y darle contención.

Alonso miró a Carolina, mientras la futura madre era inevitablemente llevada hacia el interior por los militares, a pesar de que sus piernas se doblaban como si fueran de lana, resistiéndose. Emilia se acercó al doctor, poniendo su mano con suavidad sobre el antebrazo de él. Alonso hizo un movimiento brusco, zafando del gesto.

- ¡¿Por que estás haciendo esto?! ¡¿Por que quieres quedarte con Carolina?!
- No es ella la que me interesa... -Concluyó Emilia con el misterio que la caracterizaba y cargando al pequeño Renato en sus brazos- Es el hijo que lleva en su interior por el que tengo que velar... Se terminó, Alonso. Desde ahora, no vas a poder acercarte a ninguno de ellos nunca más...

Las palabras de la mujer sonaron como un eco en la cabeza del médico mientras la veía ingresar al lugar. Desconocía sus planes, pero no podían ser buenos. Las gruesas puertas metálicas se cerraron herméticamente. El lugar al que tanto ansiaban llegar eran finalmente el que separaba a Alonso y Carolina para siempre. De fondo se escuchaban los gritos desesperados de Carolina, clamando por una ayuda que el médico ya no le podía dar.

...CONTINUARÁ