miércoles, 22 de agosto de 2012

CAPÍTULO 24: "Tierra sobre tierra"


"Los Últimos Días"
Spin Off De
"Su Nombre Es Joaquín"

Basado en los personajes creados por
Víctor Carrasco

Webserie Creada y Desarrollada por
Jaime Esteban Morales

CAPÍTULO 24
"Tierra sobre tierra"

Todo lo que inicia... Debe terminar. 

Comenzó como la búsqueda de una cura contra la siflilis, que en su etapa terminal y más grave, provoca locura entre otras graves falencias al sistema humano, sin embargo los expertos de la investigación encabezada por la Doctora Emilia Arellano pronto descubrieron que lo que estaban desarrollando parecía tener efectos desintegradores en las células del cáncer, dando inicio a una serie de largos procesos e investigaciones para mejorar el trabajo, sin sospechar que este se escaparía de sus manos, desarrollando un nuevo virus que bautizaron temporalmente como "T" y que en su composición mezclaba elementos de ambas patologías que querían erradicar, la locura de la bacteria que causa la sifilis y estragos en la piel humana por ulceras cancerosas. 

A casi tres años desde que estalló la enfermedad que arrasó con la humanidad, el rumor de una cura existente en Perú había llegado a oídos de Emilia, quien aseguraba que en el veneno del escorpión azul se encontraba el antídoto.

Carolina lloraba en la camioneta militar, mientras abrazaba con fuerza a los pequeños Eva y Renato. Los militares la miraban por el espejo retrovisor, conscientes del dolor de la joven por haber abandonado a Alonso en medio del desierto, hasta que un grito de la muchacha los obligó a detenerse en seco.

Encañonando a uno de los militares, la joven aseguró presionar el gatillo si no regresaban en ese preciso momento al pequeño bloque de cemento donde el hombre del que se había enamorado debía estar. Uno de los militares encendió su teléfono satélite para llamar a la mujer a la que respetaba como jefa, enterándose Emilia de este modo del regreso de Carolina. 

Sacó con suavidad una pequeña jeringa de su bolsillo y tras quitarle la tapa, dejó salir sólo una pequeña gota que se fue por efecto de la fuerte brisa del desierto, que además hacía bailar su crespa y pelirroja cabellera. Sus ojos de humedecieron de lágrimas, mientras observaba a Alonso que no presentaba signos vitales, tendido sobre el cubo de cemento donde una centena de alacranes ya habían dejado de atacar. 

Emilia se acercó al médico y puso sus dedos suavemente en la yugular de Alonso para comprobar sus signos vitales. Montero no sólo seguía con vida, además había comenzado a sanarse de su enfermedad con el veneno del escorpión, tal cual Emilia había prometido. Su delicado plan de venganza no terminaba con la muerte del hombre que había causado la del amor de su vida. Lo quería vivo. Vivo y solo en medio del desierto para que vagara por años, alimentándose de carroñas, hasta finalmente terminar su vida seco bajo los rayos del sol abrasante... Era el plan que había dejado cocer a fuego lento, sin embargo el amor que había surgido por el médico era algo con lo que no contaba.

La hermana de Arellano lloró de impotencia por sus propios sentimientos, mientras la camioneta militar comenzaba a visualizarse a lo lejos, acercándose en cada segundo. Empuñó la jeringa fuertemente y tras un leve temblor, claro signo de sus repentinas dudas, lo clavó fuerte en su propio cuello, antes de caer desmayada junto a Alonso, con los ojos muy abiertos, mirando fijamente el cielo. 

Carolina bajó de un salto, encontrando los aparentes cadáveres de la Gurú y el médico que amaba, rodeados de los alacranes que seguramente habían causado el deceso. Cayó de rodillas, mientras sus ojos se llenaban de unas lágrimas explosivas, que caían y se absorbían en la tierra agrietada. Había esperado por meses la validación del amor que había nacido entre ambos y ahora, con Alonso muerto, simplemente nunca se concretaría. 

Un militar se acercó a la muchacha, la tomó con suavidad y le hizo ver que estaba por oscurecer y la zona se volvía peligrosa después de caído el sol. Carolina se levantó trastabillante, con el estomago revuelto, a punto de vomitar. Avanzó a la camioneta militar y cuando estaba por abordarla, escuchó su nombre como un suave susurro. 

Se giró, descubriendo que el médico daba un parpadeo y sin pensarlo un segundo, corrió a su lado para abrazarlo con fuerza y darle un gran y apasionado beso. La alegría inundó el rostro de la muchacha, mientras Alonso, débil, sólo podía sonreír.

Se prometieron amor eterno y no volverse a separar. Alonso estaba sanando, lo podía sentir y esta era la prueba de que Emilia no había mentido; Todas las dudas y resquemores respeto a la hermana de Joaquín, habían sido infundados. La miraron, tenía su expresión y grandes ojos azules fijos en el cielo, inmortalizada para siempre en el recuerdo de la pareja. 

Alonso sabía que dejando el cuerpo a la deriva sería corroído por el viento, la arena, la sal y los distintos animales que habitaban en la zona se alimentarían de su cadaver, por lo que antes de que se pusiera definitivamente el sol, decidió agradecer la nueva vida que le había dado, entregándole una digna sepultura.

Junto a Carolina y los militares cavaron una fosa lo suficientemente profunda como para que los animales no escarbaran y la volvieran a sacar; Con suavidad la dejaron en el fondo, mientras Alonso cerraba sus ojos con un delicado movimiento, sin saber que en la cabeza de Emilia sonaban desesperados gritos de ayuda.

La jeringa contenía un medicamento capaz de reducir al mínimo las funciones vitales, algo muy similar a lo sucedido con enfermos de catalepsia, que son enterrados sin estar realmente muertos. A diferencia de estas personas que despiertan en sus urnas, Emilia estaba plenamente consciente sólo que no podía decirlo, sintiendo la tierra caer sobre su cuerpo sin poder mover un sólo musculo, ni emitir el sonido que la salvara. 

Se había aplicado la inyección confiando que Carolina los creería muertos, se marcharía y ella tendría la oportunidad de iniciar una historia con Alonso, al estar solos en medio del desierto. 

La fosa fue cubierta por completo antes de que el grupo subiera a la camioneta. La pareja abrazó a los niños, completando el cuadro de la familia que finalmente habían formado, al tiempo que el vehículo se puso en marcha, alejándose para siempre del lugar.

Los alacranes que no habían atacado a Montero rodearon la tumba improvisada de la hermana de Joaquín, como buscando confundidos una nueva forma de restaurar la tranquilidad en la que vivían hasta ahora, cuando la mano de la mujer atravesó la capa de tierra, dando paso a la salida completa de su cuerpo asfixiado. Intentó gritar, pedir a los militares que se detuvieran, pero estos ya se encontraban demasiado lejos como para saber que había salido de su estado. 

Sin saberlo la hermana de Joaquín comenzaría a vivir el castigo que tan delicadamente había preparado para el foco de su venganza. Abandonada y sola, lo único que le esperaba ahora era vagar por el desierto hasta encontrar una -Esperaba- pronta muerte...

En el regreso a Chile, tras dos días de viaje, Alonso decidió que el vehículo militar se detuviera. Bajó con Carolina, los bebés y ordenó a los militares que continuaran el viaje. Ellos iniciarían una nueva vida, desde cero, en este nuevo país. 

Casi una semana después los militares cruzaron la frontera, regresando a Chile, mientras Alonso y Carolina se unieron a un grupo de nuevos colonos que había encontrado un pueblo en un estado un poco menos devastado que los demás. Este se convertiría en el futuro en la nueva capital de Perú, que para ese entonces tendría otro nombre y otras fronteras. Era un mundo nuevo, completamente renovado... 

"Los Últimos Días"
-. F I N .-










jueves, 16 de agosto de 2012

CAPÍTULO 23: "La Última Jugada de Emilia"

 

La arena se había vuelto dura como una piedra por la ausencia extendida de agua, formando grietas profundas, marcando un paisaje que se perdía en el horizonte de desolación y aridez. Los suaves rayos de luz de un día que comenzaba parecieron ser la señal para que de uno de estos orificios emergiera tímidamente un alacrán de la variedad "alacrán azul", originario de Cuba, que misteriosamente habitaba actualmente en el desierto peruano. 

De pequeñas dimensiones y un color morado, el pequeño avanzó desde su escondite hasta un tronco donde se perdió nuevamente de vista, camuflándose con la sombra que proyectaba el trozo de madera seca, resguardándose de la llegada de un vehículo militar que se acercaba cada segundo más y que pasó de largo por la carretera, con un único destino cada vez más cercano.

Carolina y Alonso habían completado tres días sin dirigirse palabras. Las últimas las habían dicho en una extensa conversación en la que habían verbalizado sus recientes experiencias que mezclaban la fantasía con la realidad, en la que ella había visto a su primer amor y Alonso, victima de la enfermedad que azotó al mundo, creyó que su amada Magdalena estaba de vuelta. El recuerdo de sus respectivos amores habían puesto en re evaluación lo que sentían el uno por el otro.

Emilia se sentía gozosa por la parte de responsabilidad que le correspondía en este distanciamiento de la pareja. No era su primer intento por separarlos, pero parecía ser el definitivo. Cerró los ojos y disfrutó la brisa del viento en su rostro, mientras el vehículo militar avanzaba por el desierto, acercándose en cada segundo a un imponente cubo de cemento que se veía a lo lejos, en medio del desierto.

El equipo llegó hasta el misterioso cubo, deteniendo el vehículo junto a la entrada. Emilia se inclinó, afirmándose del respaldo del asiento del co-piloto, mientras su rostro se iluminaba.

- Llegamos - Concluyó- Es aquí donde está la cura a tu enfermedad... -Afirmó al Doctor Montero

Alonso tomó la manilla, ansioso, presto a bajarse de un salto, pero la mano de la hermana de Joaquín lo detuvo, con firmeza.

- ¡Espera!

Emilia miro a Alonso intensamente, antes de advertirle que tuviera mucho cuidado en donde diera el primer paso. Sin entender, el médico se echó hacia atrás, mientras Emilia abría lentamente la puerta y un ensordecedor zumbido comenzaba a inundar el interior del vehículo. Fuera de este una multitud de alacranes azules rodeaban el auto, impidiendo el caminar entre ellos. Emilia tomó una botella con dispersor y tras presionarla con furia, lanzó un gran chorro de combustible que exaltó a los alacranes que fueron tocados con el liquido, antes de tomar una caja de fósforos de la que extrajo uno que encendió y lanzó fuera para abrir un camino hacia el cubo de cemento.

Carolina abrazó a su pequeña hija con un brazo, haciendo lo mismo con Renato con el otro. Los apretó atemorizada, mientras Emilia ordenaba que sólo ella y Alonso irían hacia la edificación. Algunos alacranes se retorcían y reventaban por las llamas, pero el fuego que flameaba en el suelo espantaba al resto, despejando un camino hacia el misterioso cubo que, contrario a lo que se podría esperar, no presentaba puerta de acceso.

Emilia confesó. El veneno del alacrán, usado por algunas personas para el tratamiento del cáncer, resultaba ser efectivo para tratar el hasta ahora llamado Virus T. Alonso, ansioso por aplicarse el antídoto con prisa, exigió a la gurú que le dijera como abrir al cubículo de cemento para acceder al laboratorio, pero ella sonrió con ironía. No existía laboratorio, el cubículo de cemento no era más que una especie de camilla/altar gigante donde recostarse para recibir el ataque de los alacranes hasta que el veneno curará completamente la enfermedad.

Alonso no tenía más alternativa que confiar, por lo que tras una larga pausa de silencio, accedió a que Emilia diera la orden para que se llevaran a Carolina lejos de ahí. Un militar cerró la puerta del vehículo y mientras la madre de la pequeña Eva pegaba ambas manos en el vidrio para mirar a Alonso por última vez, le suplicó con la mirada que no siguiera las ordenes de la hermana de Joaquín Arellano.

- No va a irse hasta que tú se lo digas... -Afirmó Emilia.

Carolina contenía las lágrimas, mientras miraba a Alonso rodeado de los alacranes que se erizaban, ansiosos por atacar. Alonso levantó la mano con suavidad y tras un leve temblor, la agitó dando la orden al vehículo que se alejara. La camioneta militar lentamente comenzó a alejarse.

Alonso miró a Emilia, esperando instrucciones y fue entonces cuando la enigmática pelirroja de penetrantes ojos color cielo, le indicó que subiera al cubo de cemento, se acostará de espaldas y esperara. Montero accedió, temeroso que en la búsqueda de un remedio encontrara la muerte.

Emilia tomó la botella con combustible y lanzó un segundo chorro para provocar que los alacranes se esparcieran, subiendo por la construcción de concreto a toda prisa. Empezaron a rodear al médico, que apretaba los puños con fuerza. Alonso miró a Emilia, cuyo rostro se transformaba, borrando su sonrisa y tensando su semblante.

- ¿Y tú? También estás enferma... -Dijo Alonso- ¿Vas a venir?
- Yo no tengo nada... -Respondió Emilia, despejando de forma definitiva la duda si había tenido contacto sexual con Alonso- Jamás podría acostarme con el hombre que mató al amor de mi vida.

Alonso reaccionó con sorpresa, tomando consciencia que la hermana de Arellano llegaba al punto culmine de la venganza que por meses había preparado. Quiso ponerse de pie de golpe, pero el movimiento brusco sólo logró hacer reaccionar a los alacranes que rápidamente saltaron sobre él, atacándolo con violencia.

Montero se agitó con fuerza, tomando algunos de los bichos y lanzandolos con fuerza, a pesar de que el aguijón ya estaba clavado en su piel y el veneno penetrando su flujo sanguíneo. Los ojos de Emilia se cargaron de lágrimas, mientras observaba al Médico extinguiéndose lentamente hasta quedar completamente inerte sobre la roca de cemento...

"Los Últimos Días"
Conclusión Final en el Siguiente capítulo