domingo, 27 de mayo de 2012

CAPÍTULO 21: "Un delicado plan de venganza"



El camión militar avanzaba por una carretera que lucía abandonada. A su paso la basura apocalíptica abundaba. Vehículos abandonados, ciudades siniestradas, cadáveres de animales y humanos en su última etapa de descomposición, eran los elementos que recordaban a los viajantes que el fin del mundo que tanto se había anunciado, ya había sucedido.

La orden de Emilia Arellano había sido clara. El vehículo continuaría su ruta sin detenciones hasta llegar al lugar donde se aseguraba existía la cura contra la enfermedad que había arrasado con la humanidad, sin embargo luego de 6 horas de conducción continúa el conductor debió detenerse para hacer cambio de turno con su compañero. Emilia decidió que era el momento de cargar combustible, realizar tareas de higiene básicas y comer algo.

Se detuvieron en una estación de servicio abandonada y mientras los militares cargaban el vehículo con petroleo, el resto ingresó al local de comidas para buscar alimentos que no estuvieran descompuestos, ni vencidos. La tarea era difícil, pues a estas alturas el lugar había sido saqueado tantas veces que sólo conservaba los estantes vacíos. El grupo buscó debajo de los muebles, ahí donde el polvo ocultaba algunas provisiones que, en este escenario, eran un hallasgo similar a los más ricos manjares.

Se apresuraron en alimentarse, ansiosos y en silencio, hasta que un sonido suave, lejano y poco claro los interrumpió. Era un sonido que provenía de lo lejos. Abandonaron la estación de servicio, comprendiendo que el sonido que traía el viento era música. Música que venía del medio del desierto.

Abordaron el vehículo militar y a pesar del plan inicial, Emilia ordenó un cambio de ruta para descubrir el origen de la música que sonaba con euforia. La tarde ya caía y la luz natural lentamente comenzaba a extinguirse. Avanzaron por una ruta que abandonaba los restos de la que fuese la civilización y mientras la noche se imponía, una luz lejana se volvía más intensa en la medida que la música aumentaba en su intensidad. Poco a poco fueron descubriendo que la luz era originada por un gran fogón en medio de la nada. Un fuego que parecía alcanzar las estrellas y que se alimentaba sin césar con restos de casas, muebles o cualquier elemento combustible. Alrededor una treintena de personas bailaba al ritmo de la música, mientras alzaban las manos y se agitaban con euforia, llevados por la alegría musical. El camión militar se detuvo, sin embargo los que rodeaban las fogata parecían no reparar en su llegada. Las drogas en sus cuerpos los habían transportado a otra realidad. Una en la cual lo único que importaba era bailar y divertirse, mientras se desarrollaba el fin del mundo.

La luz del fuego iluminó el rostro de Carolina, quien observaba con gran impresión al grupo. Recordaba los años en que su vida se había pausado para caer en un torbellino de drogas del que sólo había logrado salir al ingresar a la Comunidad de los últimos días. Veía los rostros de quienes bailaban y a pesar de que sus años de drogadicta eran la parte más oscura de su vida, no podía sentir un leve deseo de incorporarse al estado de los que bailaban sin parar.

De pronto el gentío se abrió, revelando muy cerca del fuego a un atractivo joven de unos 29 años. Alto, con barba, pelo crespo y enmarañado. Bailaba alzando las manos, como queriendo alcanzar la luna. Su expresión era perdida, su cuerpo estaba presente, pero su mente muy lejos de ahí. Carolina lo vio y rápidamente le resultó llamativo. Algo en el desgreñado asistente le parecía familiar, pero sólo al hacer contacto visual con él descubrió la razón.

Carolina se llevó las manos a la cara, profundamente impresionada.

- ¿Qué pasa? - Preguntó Alonso.

Carolina no podía formular respuesta, hipnotizada por el joven que para este entonces la miraba con la misma curiosidad. Fue simultaneo el reconocimiento y cuando él corrió para recibirla con un gran abrazo, Emilia y Alonso se miraron confundidos. El joven tomó a Carolina con fuerza, levantándola para hacerla girar sujeta a él.

- ¡Caro! -Gritó emocionado.

Carolina apretó los ojos, mientras las lágrimas brotaban de forma inmediata. Venancio Van Horse era el primer novio de Carolina, su primer hombre, su primer gran amor, pero también quien la había introducido en el mundo de las drogas. Habían pasado 6 años desde la última vez que se habían visto y ella habría pensado que él había muerto por efecto de la plaga. Venancio le respondió con ansiedad que había escapado de Chile cuando todo se había vuelto caótico y que en ese lugar perdido en el desierto no existía la enfermedad. Carolina lo besó con furia, sin considerar la presencia de Alonso en el lugar.

Horas más tarde Emilia se encontraba sola en el camión militar. En el último rincón leía el diario de Julia, repasando la que sería la última página escrita antes de morir. Julia estaba convencida de que el plan que había articulado para quedarse con Joaquín surtiría efecto. Durante semanas había acumulado comida en un bunker donde ella y Joaquín se encerrarían a esperar el fin de sus vidas, sin embargo este sueño jamás se había logrado hacer realidad. Emilia cerró el diario, con lágrimas en los ojos al conocer la ilusión que albergaba quien fuese su amiga, cuando un suave carraspeo la interrumpió.

Elevó la vista viendo una silueta oscura que la miraba desde el exterior del camión. La fiesta en el exterior continuaba y el fuego hacía el contraluz que impedía descubrir quien era el hombre que acababa de llegar. Emilia tomó su linterna y lo alumbró, descubriendo que frente a ella estaba Venancio.

- ¿Qué quieres? - Preguntó Emilia.
- Conocer la segunda parte del plan... -Respondió Venancio, antes de concluir- ¿Qué quieres que haga con Carolina?

Nada en el camino de Emilia Arellano era casualidad, un ex amor de Carolina en la mitad del desierto tampoco podría serlo. La orden de manejar sin detenerse parecía ser sólo la primera parte de un delicado plan de venganza y la detención "casual" en la estación de servicio donde escucharon la música, orquestado únicamente para este fin.

Emilia Arellano había traído de regreso a Venancio a la vida de Carolina con un fin que tenía muy definido y que pronto, muy pronto, se manifestaría.

...CONTINUARÁ.

viernes, 11 de mayo de 2012

CAPÍTULO 20: "El Diario de Julia" (Segunda Parte)


La gloriosa cordillera del norte de chile era el telón de fondo para la intensa conversación entre Emilia y Carolina. La muchacha no sólo quería, sino que exigía que la hermana de Joaquín hablara con la verdad y le dijera si había tenido relaciones sexuales con Alonso.

Emilia guardaba silencio, mientras sus ojos se agitaban revelando el nerviosismo tremendo que la dominaba. Carolina insistía en el valor de la amistad y el profundo daño que le provocaba la ruptura por causa de este supuesto encuentro casual. Era la última oportunidad de Arellano para recuperar la confianza de la madre de Eva con sólo decir que  la noche con Alonso no había tenido nada de pasional, sin embargo, luego de una larga pausa, la Gurú bajó la mirada y con un hilo de voz respondió que no podía negarlo, todo lo que ella aseguraba que había sucedido era cierto.

Carolina recibió la confirmación con un dolor que le invadía el alma y sentenció que la amistad entre ambas en ese momento se sepultaba para siempre.Concluyó que el ADN Arellano parecía ser el que hería a todos quienes los rodeaban, pues aunque Emilia lucía diferente, al parecer era idéntica a su hermano fallecido.

Las últimas palabras de la joven calaron profundo en Emilia, quien se sentó sobre una roca mientras la veía alejarse y comenzó a llorar, incapaz de soportar la etiqueta con la que se le había catalogado. Se cubrió el rostro para ocultar sus lágrimas, sin embargo estas no cesaron de brotar.

Uno de los militares que dormía antes de reanudar el viaje se movió, provocando el nerviosismo de Alonso, que leía escondido el diario de Julia Ossa. Notó que este comenzaba a despertar, por lo que rápidamente lo cerró y volvió a dejar en el lugar donde estaba escondido. Fingió normalidad, cuando vio a Carolina llegar de regreso.

Le preguntó por su conversación con Emilia, pero Carolina no quiso dar detalles. Pocos minutos después regresó la líder, con su estado de animo restaurado, ordenando con severidad a los militares que continuaran con el viaje. De regreso en el camión Alonso no quitaba los ojos de la chaqueta de Emilia, ansioso de poder continuar con la lectura del diario que este protegía. El diario de vida de Julia contenía secretos que sólo al leerlos podría descubrir, pero debía se paciente, cauto, mesurado, por lo que al caer la noche, cuando la oscuridad lo protegiera, pretendía robarlo para continuar la lectura.

Avanzaron sin detenciones, Emilia parecía desesperada por llegar pronto al destino, por lo que prohibió cualquier parada, sin importarle el motivo. Llegaron hasta la frontera de Chile con Perú. El escenario era dantesco, la aduana completamente abandonada, era ahora uno más de los puntos fantasmas que abundaban en Chile y varios cadáveres estaban casi reducidos a esqueletos.

Atravesaron la frontera. Dejando atrás el país natal. 7 personas viajaban en el camión.. Pero sólo 2 de ellas regresarían con vida.

...CONTINUARÁ

CAPÍTULO 19: "El Diario de Julia"



Con el sol emergiendo detrás de los cerros, inició un nuevo día. Un vehículo militar preparaba las provisiones para una larga travesía hasta Perú. Carolina, Alonso y Emilia emprenderían viaje hacia el lugar donde se aseguraba había aparecido una cura contra la enfermedad que había desolado a gran parte del planeta tierra.

Una fría distancia se había instalado entre Alonso y Carolina después que la joven descubriera que el médico había despertado junto a Emilia, completamente desnuda, en una instalación militar. Alonso insistía en su versión. Sus recuerdos estaban borrados y no podía asegurar, ni negar que había sucedido con la hermana de Joaquín Arellano.

El último recuerdo de Montero era la comida que la propia Emilia le había servido, donde sin dudas podría haber habido algún tipo de somnífero que facilitara el montaje, pero esto era parte de las especulaciones.

La madre de la pequeña Eva escuchaba sin responder los argumentos que Alonso repetía una y otra vez, mientras ella preparaba el equipaje que usaría para el viaje. Cuando finalmente Montero dejó de hablar, la hermosa muchacha lo miró con sus expresivos ojos marrones y le hizo ver que si lo estaba acompañando en la nueva travesía, era únicamente porque quería descubrir si la versión de un encuentro sexual que aseguraba Emilia, era verdadero o falso.

Alonso no comprendió como el viaje podría resolver el misterio y entonces Carolina le recordó que la enfermedad, para quienes no habían muerto por contagio natural, en su última etapa de propagación era vía sexual. Emilia hasta hace poco estaba sana, si al llegar al lugar donde estaba el antídoto seguía estandolo, simplemente no había habido sucedido lo que afirmaba.

El reloj hizo su transición de las 05.59 a las 06.00 AM. Los gruesos portones del Refugio se abrieron, dejando salir la camioneta que se convertiría en el medio de transporte del grupo con destino a Perú. Emilia, en el fondo del medio de movilización, notaba la molestia de Alonso y Carolina, por lo que aislada se había cubierto con una manta para abrigarse del frío matinal, mientras abría un antiguo cuaderno con tapa de cuero: El diario de vida de Julia Ossa.

Carolina amamantaba a Eva, mientras a su lado el pequeño Renato dormía plácidamente. Alonso aprovecha el silencioso viaje para pensar en su realidad. Nuevas manchas de la enfermedad mortal habían aparecido por todo su cuerpo, por lo que de no encontrar el remedio, su final era inminente.

Emilia lucía absorta por la lectura, conociendo por palabras de la que fuese su aliada, la realidad que se había vivido en la llamada "Comunidad de los últimos días". Se enteró de los abusos, de las injusticias, los crímenes cometidos y por sobre todo, del dolor que habían vivido los otros dos pasajeros del camión.

Al llegar a un descampado se detuvieron para comer. Los militares que se turnaban en la tarea de conducción no sólo aprovecharon de comer, además de dormir productor del cansancio por el viaje. Carolina le pidió a Emilia que la acompañara a dar una vuelta, en una invitación que podría ser la previa a una gran discusión o la instancia de una tregua.

Arellano accedió y juntas se alejaron, buscando privacidad. Carolina, que en los últimos meses había descubierto en Emilia a una amiga, le enrostró lo sucedido con Alonso y le pidió las razones. Emilia no pudo argumenta más que la soledad y la fuerte, pero no querida, atracción que sentía por el médico. Carolina le hizo ver que desde que habían dejado Valle Azul habían pasado casi 6 meses, periodo en que ella esperó con ansias el momento para poder concretar los sentimientos que también albergaba por Montero, pero que había frenado por el miedo a enfermar estando embarazada de su pequeña hija. Carolina, con los ojos cargados de lágrimas y el corazón destruido, le suplicó a Emilia que le dijera la verdad. Para Alonso todo era una gran nebulosa de confusión, pero ella sabía exactamente que había pasado esa noche.

En silencio Emilia miró a la suplicante muchacha. Carolina, con desesperación y angustia, esperaba su respuesta, mientras que Emilia intentaba formular una palabra que nunca se llegaba a concretar.

Alonso se coló al camión buscando algo de comida, pero fue el diario de Julia lo que le llamó la atención envuelto en la chaqueta de Emilia que estaba sobre el asiento. Sabía que no era correcto revisar los objetos de la hermana de Arellano, pero aún corroboró que los militares durmieran y que las mujeres estuvieran lejos y lo abrió. Grande fue su sorpresa al descubrir de que se trataba el documento, pero más aún cuando encontró el capítulo en que Julia hablaba de Emilia... Su gran amiga... Sedienta de venganza.

... CONTINUARÁ