jueves, 15 de marzo de 2012

CAPÍTULO 5: "Florece"

Despuntaba el sol tras la imponente cordillera del Norte de Chile. Los primeros rayos iluminaban tímidamente la magnifica aridez del lugar, aumentando de a poco la temperatura. Las puertas del invernadero de Cristal se abrieron cuando Alonso abandonó el sitio, dispuesto a emprender nuevamente el rumbo hacia el Bunker donde los inmunes a la enfermedad que azotaba el planeta se encontraban reunidos.

Segundos después Carolina, su compañera de viaje con algunas semanas de embarazo, salió cargando al hijo de Magdalena en sus brazos, se detuvo un momento en la puerta para observar el médico que ajustaba las riendas de un caballo que arrastraría la carreta cargada de provisiones para continuar el viaje. La joven lo observaba mientras en su cabeza sonaban reiteradamente las palabras que Emilia le había dicho la noche anterior. Una reveladora conversación que quedaría como información silenciosa entre la líder del nuevo grupo y la futura madre.

- ¿Estás lista? -Preguntó Alonso a la muchacha.

Carolina asintió en silencio, intentando dibujar una sonrisa, mientras sus ojos revelaban una mezcla de miedo y desconcierto. Alonso reconoció el estado de la joven, pero cuando se acercó para preguntarle las razones, Emilia se les unió trayendo un pan amasado recién horneado.

La hermana de Joaquín entregó la ofrenda, deseando que el viaje de la pareja continuara sin complicaciones. Alonso agradeció con frialdad, el lazo sanguíneo de la bella pelirroja con el que fuese su mayor enemigo, generaba una distancia imposible de acortar. El doctor se montó en la carreta, a la espera que Carolina se le uniera. La joven estrechó a Emilia en un fuerte abrazo que duró varios segundos y cuando se separaron, la gurú la miró con sus intensos ojos verdes.

- Recuerda lo que te dije, Carolina... -Enfatizó- Por favor, recuerdalo bien, no lo olvides ni por un minuto...
- Sí... Voy a hacerlo, Emilia... No te preocupes...
- ¿Estás segura que te quieres ir? Tú, Renato y el bebé que estás esperando estarían seguros aquí con nosotros...

Carolina dudó un momento, hipnotizada por la mirada penetrante de la mujer. La voz de Alonso la sacó del encanto.

- Ya es hora, Caro.

La joven sonrió a Emilia, comenzando a alejarse, no sin antes dar continuas miradas hacia atrás. La líder espiritual mantenía su sonrisa dulce, mientras el poder de su mirada generaba un efecto confuso en la mujer que iniciaba su retirada. Carolina abordó el carruaje, que se puso en movimiento cuando Alonso azuzo a la bestia que lo arrastraría, alejándose de la nueva comunidad, dejando atrás a Emilia, a quienes no sabían si volverían a ver.

El silencio dominó a Carolina los días siguientes. Las largas horas de viaje, interrumpidas sólo para detenerse a comer y dormir, eran un eterno mutis de la muchacha respecto a sus pensamientos y a pesar de que Alonso intentó profundizar en lo que estaba sintiendo, a poco andar abandonó la campaña.

Fue durante la noche del quinto día que Alonso, observando a la muchacha que dormía junto a una improvisada fogata, descubrió la paz en el rostro de la joven, quien las noches anteriores parecía atormentada por fuertes pesadillas que la hacían agitarse y quejarse hasta que era despertada. Esta noche la tranquilidad de su sueño la hacia lucir particularmente bella, el hijo de Magdalena arropado junto a la durmiente hacia que el médico recordara a su antiguo amor y comenzaba a dudar si los sentimientos de ternura que estaba experimentando por su compañera eran por la nostalgia o el inicio de algo nuevo.

Carolina abrió los ojos con suavidad, descubriendo la mirada de Alonso y suavemente comenzó a desperezar para preguntarle la razón de su mirada. El médico descolocado, sintiéndose descubierto, simplemente eludió con un escueto "No pasa nada", antes de ponerse de pie para apagar el fuego y retomar el viaje.

El desierto del norte de Chile empezó a verse de colores a lo lejos. El café predominante lentamente comenzó a variar hacia los tonos verdes, rojos y lilas. Una flor solitaria dio la bienvenida a uno de los más maravillosos efectos naturales que ocurrían cada cierto en la zona, frente a los viajantes se encontraba el espectacular desierto florido.

Dejaron la carreta por un momento para admirar la magnificencia del espectáculo. Las flores se perdían de vista, extendiéndose por kilómetros. Era un milagro que en el lugar más seco del mundo surgiera la vida, como también era magnifico que en el corazón cerrado de Carolina y el médico comenzara a nacer un sentimiento del uno hacia el otro.

La pareja se miró, rodeada de la belleza natural, comprendiendo claramente que en ellos también había florecido algo.

...CONTINUARÁ. 

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