domingo, 18 de marzo de 2012

CAPÍTULO 6: "Todo sobre Emilia"

Emilia Arellano era una mujer mágica. Muchas leyendas se tejían alrededor de su persona, algunos decían que el día que nació el cielo estaba cubierto de nubes, que se despejaron en el preciso instante que ella llegó al mundo. O que su belleza de niña era tan inigualable, que el resto de sus compañeros en el jardín infantil tardaron más tiempo en aprender a hablar, pues su sola presencia los intimidaba a tal punto que enmudecían.

En el paso de niña a mujer, su cuerpo infantil se transformó rápidamente, moldeándose su figura de forma perfecta. A los 18 años abandonó el hogar donde vivía con su padre y hermano, lo hizo para cursar los estudios universitarios que la llevaron a convertirse en una experta en biología, disputada por las más importantes universidades, empresas y laboratorios de todo el mundo.

Fue cuando estaba a punto de cumplir los 30 años que decidió regresar al hogar luego de una década alejada de su familia , y descubrió con espanto que la educación de su padre había tenido efectos devastadores en la frágil mente de su hermano Joaquín, quien a estas alturas se encontraba convertido en una versión menor del patriarca, repitiendo sus delirios sobre el fin del mundo con idénticas palabras.

El regreso a casa no fue una experiencia agradable. Emilia había instalado los pilares de su vida con un tremendo futuro en la ciudad de Santiago y el motivo del regreso a casa era para informarle a su padre que pronto aceptaría una propuesta para irse a trabajar los siguientes 5 años al Mato Grosso en Brasil, cosa que el hombre no tomó de buena manera. Hubo gritos, la discusión se extendió por toda la noche y mientras Joaquín oraba en silencio, pidiendo a Dios que despejara la cabeza de su hermana, esta la insistía a su padre que las profecías del fin del mundo eran falsas y que no pausaría sus sueños para quedarse a su lado por algo que simplemente jamás ocurriría.

Fue en medio de esta intensa pelea sobre las creencias de padre e hija que el corazón del Patriarca de los Arellano no pudo más y repentinamente se detuvo. El silencio, seguido del golpe seco del cuerpo del padre contra el suelo, alertó a Joaquín quien rápidamente corrió hasta la habitación para encontrar a su mentor muerto. Culpó a Emilia por semanas, la acusaba de ser la responsable directa de la muerte de su padre y fue entonces cuando la mujer aceptó quedarse, sin embargo para quien se convertiría en el líder de la Comunidad de los Últimos días, el que consideraba un "asesinato" era algo que jamás le iba a perdonar.

Pasaron los años y cuando Joaquín conoció a Lola y emigró con ella a Valle Azul para fundar su familia, Emilia decidió hacer lo propio en un pueblo cercano a Copiapó. A diferencia de su hermano, Emilia era un imán que atraía a las personas naturalmente, no necesitaba de grandes discursos, ni necesitaba generar dependencia para tener personas que la apoyaran en su tarea. Bastaba que la mujer hablara con su voz suave y clavara sus intensos ojos verdes, para que su interlocutor quedara completamente embobado con la mística representante femenina del clan Arellano.

La culpa por la muerte de su padre fue el único pensamiento que Joaquín logró instalar en ella y la única razón por la que no continuó con sus planes en el extranjero. Quería estar cerca por si la locura de su hermano se desataba, para intervenir y salvarlo, sin embargo cada vez que quiso acercarse a él, recibía solo fuertes palabras de rechazo.

Enterarse de su muerte y las condiciones en que había sucedido lograron remecer los cimientos de Emilia.Su hermano, la única persona con quien compartía lazo sanguíneo, ya no existía.

La información, entregada por Carolina y Alonso, dos forasteros de camino hacia un bunker en el Norte de Chile, le hizo comprender que la locura que había afectado a los varones Arellano podía estar también en su genética y temió por un momento acerca de su sanidad mental. Se coló en la habitación donde dormía Carolina, como una serpiente que se mueve serpenteando sin alertar de su presencia, amparándose en la oscuridad, igual que un animal que espera para atacar a su presa. Observó el rostro de la muchacha durante varios minutos y cuando se acercó a su cara, la despertó con el calor de su respiración.

Carolina reaccionó sobresaltada y para impedir un grito, Emilia tapó su boca con un movimiento brusco. Este acto sólo logró asustar aún más a la joven, pero entonces empezó a hablarle con calma, para transmitirle la misma sensación de quietud.

Los años que había trabajado como bióloga en una Universidad de Santiago la habían acercado al estudio de un virus bautizado temporalmente como "Virus T". Un extraño microorganismo al que los animales comunes parecían inmunes, pero que en los humanos tenía efectos devastadores. Un virus que se mantenía controlado entre las paredes de los laboratorios, pero que pronto por efecto de una negligencia, escapó del lugar.

Una negligencia para la que todos buscaban un responsable, sin saber que se trataba nada más ni nada menos que de la propia Emilia, quien cargando con la culpa por la muerte de su padre, dejó escapar al virus que sabía podría provocar el fin del mundo que el hombre tanto había anunciado.

El proceso fue gradual. Comenzó como un simple resfrío para algunos, otros manifestaron manchas en la piel que parecían el efecto de una alergia, pero con el pasó del tiempo comenzó a mutar, enfermando en diferente medida a todos los que se exponían a él.

Emilia trabajaba noche y día en su laboratorio subterráneo, tratando de encontrar el antídoto que le permitiera salvar su vida, la de su hermano y la de quienes los seguían a ambos. A través de la medicina Emilia pretendía crear la gran farsa para que los amparados bajo el manto de los Arellano creyeran que habían encontrado la salvación.

Los avances fueron inmensos, pero con el caos reinando en todo el mundo, fue cosa de tiempo antes que el rumor de un antídoto llegara a oídos de militares, quienes saquearon el hogar de Emilia y se llevaron las dosis al refugio donde recibirían a los sobrevivientes en el norte.

Emilia, quien gozaba de buena salud y no había contraído la enfermedad, le dio algunos datos a los militares. Eran cosas simple, que se resumían básicamente en que existían dos tipos de personas, las que se veían afectadas por el virus al exponerse a él y los que simplemente no sufrían contagio al respirarlo.

Estos grupos sin embargo pronto comenzaron a mezclarse y Emilia descubrió que quienes no se enfermaban por la vía aérea, lo hacían por transmisión sexual. Emilia suplicó a Carolina que le dijera si el hijo que esperaba era de su hermano, quien estaba afectado por el "Virus T" en los últimos días de su vida. La joven asustada debió entrar en detalles poco elegantes para explicar que las últimas veces que Joaquín había querido estar con ella, la relación se había visto interrumpida. Si algo estaba segura, era que el hijo que esperaba era de Dante, quien jamás se contagió con la enfermedad.

Fue entonces cuando la gurú dictó una sentencia: Carolina JAMÁS podría interesarse en Alonso, pues el médico estaba contagiado y bastaría sólo una relación sexual entre ellos para que la muchacha firmara su sentencia de muerte.

Estas palabras se grabaron con fuego en la cabeza de la mujer que ahora se encontraba de pie frente al desierto florido, con Alonso a su lado, observando la maravilla natural y sintiendo como sus sentimientos por la futura madre comenzaban a transformarse.

Alonso extendió su mano para tomar la de Carolina. La muchacha la aceptó insegura. Este gesto de cariño era el único al que ella podría aspirar con el Doctor y bajó la mirada, aterrada.

- ¿Estás bien? -Preguntó Alonso- No quiero incomodarte...

Carolina asintió en silencio, mientras Alonso apretaba su mano con fuerza. La pareja disfrutaba un momento de tranquilidad, sin saber que desde lejos Emilia seguía sus pasos, velando por la salud de la muchacha o disfrutando el efecto de una mentira.

...CONTINUARÁ

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