Sostenía en sus brazos a Renato, nombre con el que había bautizado, junto con Alonso, al hijo de la que el último tiempo había sido su mejor amiga. El nombre del niño hablaba del "Renacer", pues la promesa del otrora líder de la Comunidad de los últimos días era que este menor sería el Salvador del mundo. Un mundo que vivía su última etapa, azotado por una enfermedad que día a día cobraba más victimas, y que en cosa de tiempo se llevaría al médico que acompañaba a a Carolina en el largo peregrinar hacia un bunker en el norte de Chile.
Pensaba en su responsabilidad, en cómo el compromiso que le había caído duraría para el resto de su vida, en el hecho que sería este pequeño e indefenso bebé quien la llamaría "mamá" por primera vez y recurriría a ella cuando sintiera miedo. Su hijo, el que alguna vez se albergó en su vientre, habría tenido a estas alturas casi 5 años y seguramente habría sido el motor que la habría impulsado a abandonar la Secta a la que había pertenecido, escapando del baño de sangre de los días más recientes.
- ¿Carolina? - Se escuchó tras la muchacha, interrumpiendo el momento de reflexión- Es tarde... Deberías dormir - Concluyó Alonso.
La joven se giró, sin levantarse de la piedra en que se encontraba sentada. Con lágrimas en los ojos, articuló con dificultad una respuesta, presa de las emociones que inundaban su corazón.
- Nunca pensé que sería mamá... Creí que no tendría ese derecho nunca.
Alonso tomó asiento junto a la joven, destapó suavemente la cabeza del bebé, que dormía plácidamente, mientras el silencio se interrumpía sólo por los chispazos de la fogata que les daba calor.
- Magdalena te dio la oportunidad, Carolina... Ella no sobrevivió para criar a su hijo, pero sé que tú lo harás muy bien...
- Tengo miedo -Respondió la joven con voz temblorosa.
- No tienes por qué... Yo voy a estar contigo lo que me quede de vida para apoyarte, y después lo harán las personas del refugio...
- Es que... No es sólo por eso...
Alonso borró su sonrisa, frunciendo el ceño, muy extrañado. La luz del fuego iluminaba las lágrimas que ya comenzaban a rodar por las mejillas de la joven, quien con tristeza dibujaba una sonrisa.
- Nunca pensé que sería mamá... Hasta ahora... Y no lo digo sólo por Renato, sino que siento realmente... Que hay vida creciendo dentro mío.
Las palabras de la muchacha parecían dubitativas, pero en su mirada el doctor encontró el convencimiento. Podían haber huido de Valle Azul, pero la joven llevaba dentro suyo una gran parte de la historia ocurrida.
- Estoy embarazada... Estoy esperando un hijo de Dante.
...CONTINUARÁ.
¡Qué bueno! Carolina tendrá en vida un recuerdo de Dante. Igual debe estar asustada, tiene una gran responsabilidad en sus manos. Cuidar al hijo de su amiga y en nueve meses más, a su propio bebe. Gran historia.
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