miércoles, 22 de agosto de 2012

CAPÍTULO 24: "Tierra sobre tierra"


"Los Últimos Días"
Spin Off De
"Su Nombre Es Joaquín"

Basado en los personajes creados por
Víctor Carrasco

Webserie Creada y Desarrollada por
Jaime Esteban Morales

CAPÍTULO 24
"Tierra sobre tierra"

Todo lo que inicia... Debe terminar. 

Comenzó como la búsqueda de una cura contra la siflilis, que en su etapa terminal y más grave, provoca locura entre otras graves falencias al sistema humano, sin embargo los expertos de la investigación encabezada por la Doctora Emilia Arellano pronto descubrieron que lo que estaban desarrollando parecía tener efectos desintegradores en las células del cáncer, dando inicio a una serie de largos procesos e investigaciones para mejorar el trabajo, sin sospechar que este se escaparía de sus manos, desarrollando un nuevo virus que bautizaron temporalmente como "T" y que en su composición mezclaba elementos de ambas patologías que querían erradicar, la locura de la bacteria que causa la sifilis y estragos en la piel humana por ulceras cancerosas. 

A casi tres años desde que estalló la enfermedad que arrasó con la humanidad, el rumor de una cura existente en Perú había llegado a oídos de Emilia, quien aseguraba que en el veneno del escorpión azul se encontraba el antídoto.

Carolina lloraba en la camioneta militar, mientras abrazaba con fuerza a los pequeños Eva y Renato. Los militares la miraban por el espejo retrovisor, conscientes del dolor de la joven por haber abandonado a Alonso en medio del desierto, hasta que un grito de la muchacha los obligó a detenerse en seco.

Encañonando a uno de los militares, la joven aseguró presionar el gatillo si no regresaban en ese preciso momento al pequeño bloque de cemento donde el hombre del que se había enamorado debía estar. Uno de los militares encendió su teléfono satélite para llamar a la mujer a la que respetaba como jefa, enterándose Emilia de este modo del regreso de Carolina. 

Sacó con suavidad una pequeña jeringa de su bolsillo y tras quitarle la tapa, dejó salir sólo una pequeña gota que se fue por efecto de la fuerte brisa del desierto, que además hacía bailar su crespa y pelirroja cabellera. Sus ojos de humedecieron de lágrimas, mientras observaba a Alonso que no presentaba signos vitales, tendido sobre el cubo de cemento donde una centena de alacranes ya habían dejado de atacar. 

Emilia se acercó al médico y puso sus dedos suavemente en la yugular de Alonso para comprobar sus signos vitales. Montero no sólo seguía con vida, además había comenzado a sanarse de su enfermedad con el veneno del escorpión, tal cual Emilia había prometido. Su delicado plan de venganza no terminaba con la muerte del hombre que había causado la del amor de su vida. Lo quería vivo. Vivo y solo en medio del desierto para que vagara por años, alimentándose de carroñas, hasta finalmente terminar su vida seco bajo los rayos del sol abrasante... Era el plan que había dejado cocer a fuego lento, sin embargo el amor que había surgido por el médico era algo con lo que no contaba.

La hermana de Arellano lloró de impotencia por sus propios sentimientos, mientras la camioneta militar comenzaba a visualizarse a lo lejos, acercándose en cada segundo. Empuñó la jeringa fuertemente y tras un leve temblor, claro signo de sus repentinas dudas, lo clavó fuerte en su propio cuello, antes de caer desmayada junto a Alonso, con los ojos muy abiertos, mirando fijamente el cielo. 

Carolina bajó de un salto, encontrando los aparentes cadáveres de la Gurú y el médico que amaba, rodeados de los alacranes que seguramente habían causado el deceso. Cayó de rodillas, mientras sus ojos se llenaban de unas lágrimas explosivas, que caían y se absorbían en la tierra agrietada. Había esperado por meses la validación del amor que había nacido entre ambos y ahora, con Alonso muerto, simplemente nunca se concretaría. 

Un militar se acercó a la muchacha, la tomó con suavidad y le hizo ver que estaba por oscurecer y la zona se volvía peligrosa después de caído el sol. Carolina se levantó trastabillante, con el estomago revuelto, a punto de vomitar. Avanzó a la camioneta militar y cuando estaba por abordarla, escuchó su nombre como un suave susurro. 

Se giró, descubriendo que el médico daba un parpadeo y sin pensarlo un segundo, corrió a su lado para abrazarlo con fuerza y darle un gran y apasionado beso. La alegría inundó el rostro de la muchacha, mientras Alonso, débil, sólo podía sonreír.

Se prometieron amor eterno y no volverse a separar. Alonso estaba sanando, lo podía sentir y esta era la prueba de que Emilia no había mentido; Todas las dudas y resquemores respeto a la hermana de Joaquín, habían sido infundados. La miraron, tenía su expresión y grandes ojos azules fijos en el cielo, inmortalizada para siempre en el recuerdo de la pareja. 

Alonso sabía que dejando el cuerpo a la deriva sería corroído por el viento, la arena, la sal y los distintos animales que habitaban en la zona se alimentarían de su cadaver, por lo que antes de que se pusiera definitivamente el sol, decidió agradecer la nueva vida que le había dado, entregándole una digna sepultura.

Junto a Carolina y los militares cavaron una fosa lo suficientemente profunda como para que los animales no escarbaran y la volvieran a sacar; Con suavidad la dejaron en el fondo, mientras Alonso cerraba sus ojos con un delicado movimiento, sin saber que en la cabeza de Emilia sonaban desesperados gritos de ayuda.

La jeringa contenía un medicamento capaz de reducir al mínimo las funciones vitales, algo muy similar a lo sucedido con enfermos de catalepsia, que son enterrados sin estar realmente muertos. A diferencia de estas personas que despiertan en sus urnas, Emilia estaba plenamente consciente sólo que no podía decirlo, sintiendo la tierra caer sobre su cuerpo sin poder mover un sólo musculo, ni emitir el sonido que la salvara. 

Se había aplicado la inyección confiando que Carolina los creería muertos, se marcharía y ella tendría la oportunidad de iniciar una historia con Alonso, al estar solos en medio del desierto. 

La fosa fue cubierta por completo antes de que el grupo subiera a la camioneta. La pareja abrazó a los niños, completando el cuadro de la familia que finalmente habían formado, al tiempo que el vehículo se puso en marcha, alejándose para siempre del lugar.

Los alacranes que no habían atacado a Montero rodearon la tumba improvisada de la hermana de Joaquín, como buscando confundidos una nueva forma de restaurar la tranquilidad en la que vivían hasta ahora, cuando la mano de la mujer atravesó la capa de tierra, dando paso a la salida completa de su cuerpo asfixiado. Intentó gritar, pedir a los militares que se detuvieran, pero estos ya se encontraban demasiado lejos como para saber que había salido de su estado. 

Sin saberlo la hermana de Joaquín comenzaría a vivir el castigo que tan delicadamente había preparado para el foco de su venganza. Abandonada y sola, lo único que le esperaba ahora era vagar por el desierto hasta encontrar una -Esperaba- pronta muerte...

En el regreso a Chile, tras dos días de viaje, Alonso decidió que el vehículo militar se detuviera. Bajó con Carolina, los bebés y ordenó a los militares que continuaran el viaje. Ellos iniciarían una nueva vida, desde cero, en este nuevo país. 

Casi una semana después los militares cruzaron la frontera, regresando a Chile, mientras Alonso y Carolina se unieron a un grupo de nuevos colonos que había encontrado un pueblo en un estado un poco menos devastado que los demás. Este se convertiría en el futuro en la nueva capital de Perú, que para ese entonces tendría otro nombre y otras fronteras. Era un mundo nuevo, completamente renovado... 

"Los Últimos Días"
-. F I N .-










jueves, 16 de agosto de 2012

CAPÍTULO 23: "La Última Jugada de Emilia"

 

La arena se había vuelto dura como una piedra por la ausencia extendida de agua, formando grietas profundas, marcando un paisaje que se perdía en el horizonte de desolación y aridez. Los suaves rayos de luz de un día que comenzaba parecieron ser la señal para que de uno de estos orificios emergiera tímidamente un alacrán de la variedad "alacrán azul", originario de Cuba, que misteriosamente habitaba actualmente en el desierto peruano. 

De pequeñas dimensiones y un color morado, el pequeño avanzó desde su escondite hasta un tronco donde se perdió nuevamente de vista, camuflándose con la sombra que proyectaba el trozo de madera seca, resguardándose de la llegada de un vehículo militar que se acercaba cada segundo más y que pasó de largo por la carretera, con un único destino cada vez más cercano.

Carolina y Alonso habían completado tres días sin dirigirse palabras. Las últimas las habían dicho en una extensa conversación en la que habían verbalizado sus recientes experiencias que mezclaban la fantasía con la realidad, en la que ella había visto a su primer amor y Alonso, victima de la enfermedad que azotó al mundo, creyó que su amada Magdalena estaba de vuelta. El recuerdo de sus respectivos amores habían puesto en re evaluación lo que sentían el uno por el otro.

Emilia se sentía gozosa por la parte de responsabilidad que le correspondía en este distanciamiento de la pareja. No era su primer intento por separarlos, pero parecía ser el definitivo. Cerró los ojos y disfrutó la brisa del viento en su rostro, mientras el vehículo militar avanzaba por el desierto, acercándose en cada segundo a un imponente cubo de cemento que se veía a lo lejos, en medio del desierto.

El equipo llegó hasta el misterioso cubo, deteniendo el vehículo junto a la entrada. Emilia se inclinó, afirmándose del respaldo del asiento del co-piloto, mientras su rostro se iluminaba.

- Llegamos - Concluyó- Es aquí donde está la cura a tu enfermedad... -Afirmó al Doctor Montero

Alonso tomó la manilla, ansioso, presto a bajarse de un salto, pero la mano de la hermana de Joaquín lo detuvo, con firmeza.

- ¡Espera!

Emilia miro a Alonso intensamente, antes de advertirle que tuviera mucho cuidado en donde diera el primer paso. Sin entender, el médico se echó hacia atrás, mientras Emilia abría lentamente la puerta y un ensordecedor zumbido comenzaba a inundar el interior del vehículo. Fuera de este una multitud de alacranes azules rodeaban el auto, impidiendo el caminar entre ellos. Emilia tomó una botella con dispersor y tras presionarla con furia, lanzó un gran chorro de combustible que exaltó a los alacranes que fueron tocados con el liquido, antes de tomar una caja de fósforos de la que extrajo uno que encendió y lanzó fuera para abrir un camino hacia el cubo de cemento.

Carolina abrazó a su pequeña hija con un brazo, haciendo lo mismo con Renato con el otro. Los apretó atemorizada, mientras Emilia ordenaba que sólo ella y Alonso irían hacia la edificación. Algunos alacranes se retorcían y reventaban por las llamas, pero el fuego que flameaba en el suelo espantaba al resto, despejando un camino hacia el misterioso cubo que, contrario a lo que se podría esperar, no presentaba puerta de acceso.

Emilia confesó. El veneno del alacrán, usado por algunas personas para el tratamiento del cáncer, resultaba ser efectivo para tratar el hasta ahora llamado Virus T. Alonso, ansioso por aplicarse el antídoto con prisa, exigió a la gurú que le dijera como abrir al cubículo de cemento para acceder al laboratorio, pero ella sonrió con ironía. No existía laboratorio, el cubículo de cemento no era más que una especie de camilla/altar gigante donde recostarse para recibir el ataque de los alacranes hasta que el veneno curará completamente la enfermedad.

Alonso no tenía más alternativa que confiar, por lo que tras una larga pausa de silencio, accedió a que Emilia diera la orden para que se llevaran a Carolina lejos de ahí. Un militar cerró la puerta del vehículo y mientras la madre de la pequeña Eva pegaba ambas manos en el vidrio para mirar a Alonso por última vez, le suplicó con la mirada que no siguiera las ordenes de la hermana de Joaquín Arellano.

- No va a irse hasta que tú se lo digas... -Afirmó Emilia.

Carolina contenía las lágrimas, mientras miraba a Alonso rodeado de los alacranes que se erizaban, ansiosos por atacar. Alonso levantó la mano con suavidad y tras un leve temblor, la agitó dando la orden al vehículo que se alejara. La camioneta militar lentamente comenzó a alejarse.

Alonso miró a Emilia, esperando instrucciones y fue entonces cuando la enigmática pelirroja de penetrantes ojos color cielo, le indicó que subiera al cubo de cemento, se acostará de espaldas y esperara. Montero accedió, temeroso que en la búsqueda de un remedio encontrara la muerte.

Emilia tomó la botella con combustible y lanzó un segundo chorro para provocar que los alacranes se esparcieran, subiendo por la construcción de concreto a toda prisa. Empezaron a rodear al médico, que apretaba los puños con fuerza. Alonso miró a Emilia, cuyo rostro se transformaba, borrando su sonrisa y tensando su semblante.

- ¿Y tú? También estás enferma... -Dijo Alonso- ¿Vas a venir?
- Yo no tengo nada... -Respondió Emilia, despejando de forma definitiva la duda si había tenido contacto sexual con Alonso- Jamás podría acostarme con el hombre que mató al amor de mi vida.

Alonso reaccionó con sorpresa, tomando consciencia que la hermana de Arellano llegaba al punto culmine de la venganza que por meses había preparado. Quiso ponerse de pie de golpe, pero el movimiento brusco sólo logró hacer reaccionar a los alacranes que rápidamente saltaron sobre él, atacándolo con violencia.

Montero se agitó con fuerza, tomando algunos de los bichos y lanzandolos con fuerza, a pesar de que el aguijón ya estaba clavado en su piel y el veneno penetrando su flujo sanguíneo. Los ojos de Emilia se cargaron de lágrimas, mientras observaba al Médico extinguiéndose lentamente hasta quedar completamente inerte sobre la roca de cemento...

"Los Últimos Días"
Conclusión Final en el Siguiente capítulo

lunes, 16 de julio de 2012

CAPÍTULO 22: "Una Silueta en el Atardecer"

El vehículo militar se desplazaba por la carretera peruana, cuando luego de varias horas de continúa conducción el chofer tuvo que detenerse en una estación de bencina para hacer cambio de turno y conseguir algunas provisiones. Alonso, Carolina y Emilia entraron a un Minimarket abandonado, con la esperanza de que a pesar de los saqueos, algo de alimento hubiera quedado rezagado.

Alonso se detuvo un momento antes de entrar. A lo lejos, a contraluz, la figura de una mujer se dibujaba como una silueta en el atardecer. No se distinguían sus rasgos, pero era delgada y de cabello muy largo y enmarañado. El médico tuvo que poner su mano sobre los ojos a modo de visera para intentar ver su rostro. El suave movimiento de ella tapaba a ratos los haces de luz, pero entonces la oscuridad en su cara impedía ver sus rasgos. De pronto, por una fracción de segundo, el doctor logró ver de quien se trata y su expresión se congeló.

- ¿Vas a entrar? -Preguntó Carolina, a lo que el médico accedió sin formular palabra.

Buscaron debajo de los estantes, encontrando algunas latas a punto de alcanzar su fecha de vencimiento. Alonso realizaba la tarea inquieto, lanzando continúas miradas hacia el exterior por el vidrio de la puerta de entrada, hasta que de pronto, frente a él, parada en el pasillo, estaba la mujer que había visto en el exterior: Magdalena.

Los ojos del médico se cristalizaron de lágrimas, pero consciente de que una de las características de la enfermedad que lo aquejaba era ver muertos, contuvo los deseos de abrazarla con fuerza.

Un ruido reberberante alertó a Carolina y de regreso en el vehículo militar, Emilia enfiló hacia el origen del ruido, deteniéndose en la mitad del desierto, en un lugar apartado, árido, sin rastros de civilización. Carolina bajó del auto y corrió varios metros antes de detenerse emocionada y lanzarse en los brazos de un ser imaginario.

La hermana de Joaquín observaba desde lejos a la madre de la pequeña Eva, antes de girar la cabeza y mirar a Alonso, quien en silencio intentaba ignorar que junto a él veía a la mujer que antes había amado, sentada, en silencio, esperando una palabra o mirada de cariño.

Emilia ordenó que acamparan esa noche en el lugar, al día siguiente seguirían en la caravana que los enfilaba hacia el lugar donde existía el antídoto para el mal que había arrasado con la vida humana en gran parte del planeta.

Fue avanzada la noche que Alonso cedió a lo que sabía que existía sólo en su imaginación y se alejó del improvisado campamento para perderse en la inmensidad del desierto con una silenciosa Magdalena. Por su parte Carolina seguía viviendo la fantasía de haberse encontrado con Venancio, su amor de juventud, hasta que su sueño se convirtió en una pesadilla.

Tras una larga conversación en la que el primer amor de la muchacha le juró amor eterno, ella lo siguió hasta la camioneta militar donde Emilia leía el diario de vida de Julia y fue testigo -En su imaginario- de un complot entre la líder y el muchacho.

Carolina montó en cólera al creer que Emilia habría traído a Venancio de regreso sólo para cumplir con un articulado plan de venganza y una vez que los enfrentó, la pelirroja se vio obligada a decirle que nada de lo que estaba viendo era real. Que Venancio simplemente no existía y que estaba siendo victima de una alucinación.

Frente a sus ojos la joven vio desaparecer al muchacho, se dio cuenta que por arte de magia la fogata del rave en el desierto desaparecía y el abrumador silencio del desierto inundaba todo. Carolina temió por su salud mental y luego de romper en llanto se abrazó a Emilia, que la contuvo como una madre.

Al amanecer continuaron el camino, pero antes de hacerlo Emilia eliminó todo rastro de las drogas que había utilizado para provocar las alucinaciones de Carolina y Alonso... Su plan seguía marchando tal cual lo había diseñado.

...CONTINUARÁ. 

domingo, 27 de mayo de 2012

CAPÍTULO 21: "Un delicado plan de venganza"



El camión militar avanzaba por una carretera que lucía abandonada. A su paso la basura apocalíptica abundaba. Vehículos abandonados, ciudades siniestradas, cadáveres de animales y humanos en su última etapa de descomposición, eran los elementos que recordaban a los viajantes que el fin del mundo que tanto se había anunciado, ya había sucedido.

La orden de Emilia Arellano había sido clara. El vehículo continuaría su ruta sin detenciones hasta llegar al lugar donde se aseguraba existía la cura contra la enfermedad que había arrasado con la humanidad, sin embargo luego de 6 horas de conducción continúa el conductor debió detenerse para hacer cambio de turno con su compañero. Emilia decidió que era el momento de cargar combustible, realizar tareas de higiene básicas y comer algo.

Se detuvieron en una estación de servicio abandonada y mientras los militares cargaban el vehículo con petroleo, el resto ingresó al local de comidas para buscar alimentos que no estuvieran descompuestos, ni vencidos. La tarea era difícil, pues a estas alturas el lugar había sido saqueado tantas veces que sólo conservaba los estantes vacíos. El grupo buscó debajo de los muebles, ahí donde el polvo ocultaba algunas provisiones que, en este escenario, eran un hallasgo similar a los más ricos manjares.

Se apresuraron en alimentarse, ansiosos y en silencio, hasta que un sonido suave, lejano y poco claro los interrumpió. Era un sonido que provenía de lo lejos. Abandonaron la estación de servicio, comprendiendo que el sonido que traía el viento era música. Música que venía del medio del desierto.

Abordaron el vehículo militar y a pesar del plan inicial, Emilia ordenó un cambio de ruta para descubrir el origen de la música que sonaba con euforia. La tarde ya caía y la luz natural lentamente comenzaba a extinguirse. Avanzaron por una ruta que abandonaba los restos de la que fuese la civilización y mientras la noche se imponía, una luz lejana se volvía más intensa en la medida que la música aumentaba en su intensidad. Poco a poco fueron descubriendo que la luz era originada por un gran fogón en medio de la nada. Un fuego que parecía alcanzar las estrellas y que se alimentaba sin césar con restos de casas, muebles o cualquier elemento combustible. Alrededor una treintena de personas bailaba al ritmo de la música, mientras alzaban las manos y se agitaban con euforia, llevados por la alegría musical. El camión militar se detuvo, sin embargo los que rodeaban las fogata parecían no reparar en su llegada. Las drogas en sus cuerpos los habían transportado a otra realidad. Una en la cual lo único que importaba era bailar y divertirse, mientras se desarrollaba el fin del mundo.

La luz del fuego iluminó el rostro de Carolina, quien observaba con gran impresión al grupo. Recordaba los años en que su vida se había pausado para caer en un torbellino de drogas del que sólo había logrado salir al ingresar a la Comunidad de los últimos días. Veía los rostros de quienes bailaban y a pesar de que sus años de drogadicta eran la parte más oscura de su vida, no podía sentir un leve deseo de incorporarse al estado de los que bailaban sin parar.

De pronto el gentío se abrió, revelando muy cerca del fuego a un atractivo joven de unos 29 años. Alto, con barba, pelo crespo y enmarañado. Bailaba alzando las manos, como queriendo alcanzar la luna. Su expresión era perdida, su cuerpo estaba presente, pero su mente muy lejos de ahí. Carolina lo vio y rápidamente le resultó llamativo. Algo en el desgreñado asistente le parecía familiar, pero sólo al hacer contacto visual con él descubrió la razón.

Carolina se llevó las manos a la cara, profundamente impresionada.

- ¿Qué pasa? - Preguntó Alonso.

Carolina no podía formular respuesta, hipnotizada por el joven que para este entonces la miraba con la misma curiosidad. Fue simultaneo el reconocimiento y cuando él corrió para recibirla con un gran abrazo, Emilia y Alonso se miraron confundidos. El joven tomó a Carolina con fuerza, levantándola para hacerla girar sujeta a él.

- ¡Caro! -Gritó emocionado.

Carolina apretó los ojos, mientras las lágrimas brotaban de forma inmediata. Venancio Van Horse era el primer novio de Carolina, su primer hombre, su primer gran amor, pero también quien la había introducido en el mundo de las drogas. Habían pasado 6 años desde la última vez que se habían visto y ella habría pensado que él había muerto por efecto de la plaga. Venancio le respondió con ansiedad que había escapado de Chile cuando todo se había vuelto caótico y que en ese lugar perdido en el desierto no existía la enfermedad. Carolina lo besó con furia, sin considerar la presencia de Alonso en el lugar.

Horas más tarde Emilia se encontraba sola en el camión militar. En el último rincón leía el diario de Julia, repasando la que sería la última página escrita antes de morir. Julia estaba convencida de que el plan que había articulado para quedarse con Joaquín surtiría efecto. Durante semanas había acumulado comida en un bunker donde ella y Joaquín se encerrarían a esperar el fin de sus vidas, sin embargo este sueño jamás se había logrado hacer realidad. Emilia cerró el diario, con lágrimas en los ojos al conocer la ilusión que albergaba quien fuese su amiga, cuando un suave carraspeo la interrumpió.

Elevó la vista viendo una silueta oscura que la miraba desde el exterior del camión. La fiesta en el exterior continuaba y el fuego hacía el contraluz que impedía descubrir quien era el hombre que acababa de llegar. Emilia tomó su linterna y lo alumbró, descubriendo que frente a ella estaba Venancio.

- ¿Qué quieres? - Preguntó Emilia.
- Conocer la segunda parte del plan... -Respondió Venancio, antes de concluir- ¿Qué quieres que haga con Carolina?

Nada en el camino de Emilia Arellano era casualidad, un ex amor de Carolina en la mitad del desierto tampoco podría serlo. La orden de manejar sin detenerse parecía ser sólo la primera parte de un delicado plan de venganza y la detención "casual" en la estación de servicio donde escucharon la música, orquestado únicamente para este fin.

Emilia Arellano había traído de regreso a Venancio a la vida de Carolina con un fin que tenía muy definido y que pronto, muy pronto, se manifestaría.

...CONTINUARÁ.

viernes, 11 de mayo de 2012

CAPÍTULO 20: "El Diario de Julia" (Segunda Parte)


La gloriosa cordillera del norte de chile era el telón de fondo para la intensa conversación entre Emilia y Carolina. La muchacha no sólo quería, sino que exigía que la hermana de Joaquín hablara con la verdad y le dijera si había tenido relaciones sexuales con Alonso.

Emilia guardaba silencio, mientras sus ojos se agitaban revelando el nerviosismo tremendo que la dominaba. Carolina insistía en el valor de la amistad y el profundo daño que le provocaba la ruptura por causa de este supuesto encuentro casual. Era la última oportunidad de Arellano para recuperar la confianza de la madre de Eva con sólo decir que  la noche con Alonso no había tenido nada de pasional, sin embargo, luego de una larga pausa, la Gurú bajó la mirada y con un hilo de voz respondió que no podía negarlo, todo lo que ella aseguraba que había sucedido era cierto.

Carolina recibió la confirmación con un dolor que le invadía el alma y sentenció que la amistad entre ambas en ese momento se sepultaba para siempre.Concluyó que el ADN Arellano parecía ser el que hería a todos quienes los rodeaban, pues aunque Emilia lucía diferente, al parecer era idéntica a su hermano fallecido.

Las últimas palabras de la joven calaron profundo en Emilia, quien se sentó sobre una roca mientras la veía alejarse y comenzó a llorar, incapaz de soportar la etiqueta con la que se le había catalogado. Se cubrió el rostro para ocultar sus lágrimas, sin embargo estas no cesaron de brotar.

Uno de los militares que dormía antes de reanudar el viaje se movió, provocando el nerviosismo de Alonso, que leía escondido el diario de Julia Ossa. Notó que este comenzaba a despertar, por lo que rápidamente lo cerró y volvió a dejar en el lugar donde estaba escondido. Fingió normalidad, cuando vio a Carolina llegar de regreso.

Le preguntó por su conversación con Emilia, pero Carolina no quiso dar detalles. Pocos minutos después regresó la líder, con su estado de animo restaurado, ordenando con severidad a los militares que continuaran con el viaje. De regreso en el camión Alonso no quitaba los ojos de la chaqueta de Emilia, ansioso de poder continuar con la lectura del diario que este protegía. El diario de vida de Julia contenía secretos que sólo al leerlos podría descubrir, pero debía se paciente, cauto, mesurado, por lo que al caer la noche, cuando la oscuridad lo protegiera, pretendía robarlo para continuar la lectura.

Avanzaron sin detenciones, Emilia parecía desesperada por llegar pronto al destino, por lo que prohibió cualquier parada, sin importarle el motivo. Llegaron hasta la frontera de Chile con Perú. El escenario era dantesco, la aduana completamente abandonada, era ahora uno más de los puntos fantasmas que abundaban en Chile y varios cadáveres estaban casi reducidos a esqueletos.

Atravesaron la frontera. Dejando atrás el país natal. 7 personas viajaban en el camión.. Pero sólo 2 de ellas regresarían con vida.

...CONTINUARÁ

CAPÍTULO 19: "El Diario de Julia"



Con el sol emergiendo detrás de los cerros, inició un nuevo día. Un vehículo militar preparaba las provisiones para una larga travesía hasta Perú. Carolina, Alonso y Emilia emprenderían viaje hacia el lugar donde se aseguraba había aparecido una cura contra la enfermedad que había desolado a gran parte del planeta tierra.

Una fría distancia se había instalado entre Alonso y Carolina después que la joven descubriera que el médico había despertado junto a Emilia, completamente desnuda, en una instalación militar. Alonso insistía en su versión. Sus recuerdos estaban borrados y no podía asegurar, ni negar que había sucedido con la hermana de Joaquín Arellano.

El último recuerdo de Montero era la comida que la propia Emilia le había servido, donde sin dudas podría haber habido algún tipo de somnífero que facilitara el montaje, pero esto era parte de las especulaciones.

La madre de la pequeña Eva escuchaba sin responder los argumentos que Alonso repetía una y otra vez, mientras ella preparaba el equipaje que usaría para el viaje. Cuando finalmente Montero dejó de hablar, la hermosa muchacha lo miró con sus expresivos ojos marrones y le hizo ver que si lo estaba acompañando en la nueva travesía, era únicamente porque quería descubrir si la versión de un encuentro sexual que aseguraba Emilia, era verdadero o falso.

Alonso no comprendió como el viaje podría resolver el misterio y entonces Carolina le recordó que la enfermedad, para quienes no habían muerto por contagio natural, en su última etapa de propagación era vía sexual. Emilia hasta hace poco estaba sana, si al llegar al lugar donde estaba el antídoto seguía estandolo, simplemente no había habido sucedido lo que afirmaba.

El reloj hizo su transición de las 05.59 a las 06.00 AM. Los gruesos portones del Refugio se abrieron, dejando salir la camioneta que se convertiría en el medio de transporte del grupo con destino a Perú. Emilia, en el fondo del medio de movilización, notaba la molestia de Alonso y Carolina, por lo que aislada se había cubierto con una manta para abrigarse del frío matinal, mientras abría un antiguo cuaderno con tapa de cuero: El diario de vida de Julia Ossa.

Carolina amamantaba a Eva, mientras a su lado el pequeño Renato dormía plácidamente. Alonso aprovecha el silencioso viaje para pensar en su realidad. Nuevas manchas de la enfermedad mortal habían aparecido por todo su cuerpo, por lo que de no encontrar el remedio, su final era inminente.

Emilia lucía absorta por la lectura, conociendo por palabras de la que fuese su aliada, la realidad que se había vivido en la llamada "Comunidad de los últimos días". Se enteró de los abusos, de las injusticias, los crímenes cometidos y por sobre todo, del dolor que habían vivido los otros dos pasajeros del camión.

Al llegar a un descampado se detuvieron para comer. Los militares que se turnaban en la tarea de conducción no sólo aprovecharon de comer, además de dormir productor del cansancio por el viaje. Carolina le pidió a Emilia que la acompañara a dar una vuelta, en una invitación que podría ser la previa a una gran discusión o la instancia de una tregua.

Arellano accedió y juntas se alejaron, buscando privacidad. Carolina, que en los últimos meses había descubierto en Emilia a una amiga, le enrostró lo sucedido con Alonso y le pidió las razones. Emilia no pudo argumenta más que la soledad y la fuerte, pero no querida, atracción que sentía por el médico. Carolina le hizo ver que desde que habían dejado Valle Azul habían pasado casi 6 meses, periodo en que ella esperó con ansias el momento para poder concretar los sentimientos que también albergaba por Montero, pero que había frenado por el miedo a enfermar estando embarazada de su pequeña hija. Carolina, con los ojos cargados de lágrimas y el corazón destruido, le suplicó a Emilia que le dijera la verdad. Para Alonso todo era una gran nebulosa de confusión, pero ella sabía exactamente que había pasado esa noche.

En silencio Emilia miró a la suplicante muchacha. Carolina, con desesperación y angustia, esperaba su respuesta, mientras que Emilia intentaba formular una palabra que nunca se llegaba a concretar.

Alonso se coló al camión buscando algo de comida, pero fue el diario de Julia lo que le llamó la atención envuelto en la chaqueta de Emilia que estaba sobre el asiento. Sabía que no era correcto revisar los objetos de la hermana de Arellano, pero aún corroboró que los militares durmieran y que las mujeres estuvieran lejos y lo abrió. Grande fue su sorpresa al descubrir de que se trataba el documento, pero más aún cuando encontró el capítulo en que Julia hablaba de Emilia... Su gran amiga... Sedienta de venganza.

... CONTINUARÁ

miércoles, 25 de abril de 2012

CAPÍTULO 18: "El costo de una verdad dolorosa"


Carolina alisaba su cabello con un cepillo, mientras observaba su rostro reflejado en el espejo. Su expresión era serena, al tiempo que el peine es movía en forma descendente por sus suaves cabellos y su cabeza se llenaba de pensamientos. Eran varios meses los que habían pasado desde la última vez que había visto a Alonso. Cuando él se fue, ella estaba embarazada de Eva, la pequeña niña que ahora dormía sobre su cama.

La joven madre sabía que el médico venía de regreso al recinto militar en donde vivía actualmente y recordaba que una historia de amor en desarrollo se había truncado sin concretarse. No quería aferrarse a una ilusión, ni mucho menos dejarse llevar por ella, pero su corazón sin dominio latía más rápido cada vez que recordaba que él estaba a pocos kilómetros.

Se abrió el grueso portón metálico que era el único acceso al Oasis en el desierto. Ingresó el vehículo militar y luego de unos segundos, Alonso descendió de él. Lucía más delgado, con el pelo crecido y enmarañado, pero su sonrisa y mirada era la misma.

Se miraron intensamente durante unos momentos, sin saber que hacer. Carolina fue quien rompió la tensión, corriendo con prisa para lanzarse a los brazos de Montero y fundirse en un gran y apretado abrazo.

- Pensé que no te iba a volver a ver... -Dijo la muchacha, con ojos cerrados, sosteniéndose fuerte del médico, antes de reiterar- Tenía mucho miedo de no volverte a verte nunca más...

Alonso separó a Carolina, tomando su rostro firme con ambas manos para mirar cada detalle de su cara. Montero se veía emocionado, pero aguantaba unas lágrimas ansiosas por estallar. Disparó preguntas como si fuese una metralleta, ansioso, atropellándose las palabras en su boca sin dar tiempo a Carolina a responder. La muchacha lo calmó, ahora que había vuelto tendrían todo el tiempo del mundo para hablar de eso y mucho más.

Se volvieron a abrazar, hasta que Emilia llegó a su lado para ofrecerle al médico comida y una ducha. Alonso la aceptó, mientras recordaba que la hermana de Joaquín había amanecido desnuda a su lado la noche anterior. Este pensamiento fue recurrente una y otra vez mientras Alonso disfruta el largo baño bajo la ducha, pensando en el momento en que ella revelaría el incidente a Carolina. Era cosa de tiempo, estaba seguro, más temprano que tarde ella hablaría con la verdad, por lo que prefirió adelantarse.

Carolina ingresó al comedor, que por ser una ocasión especial, estaba preparada con mantel largo, flores y un gran despliegue de apetitosos alimentos. Al fondo de la sala Alonso la esperaba. Carolina se acercó, con paso lento y gran sonrisa, casi como una novia que avanza hasta el altar para dar el sí que cambia su vida. La expresión del Médico la alertó, estaba serio, complicado, visiblemente contrariado. Carolina no esperó más y preguntó que pasaba, la respuesta de Alonso tampoco tuvo rodeos, confesando lo sucedido con la hermana de Joaquín la noche anterior.

La confesión caló hondo en Carolina, quien en cosa de segundos vio todas sus ilusiones destrozadas. Los meses de larga y angustiosa espera repentinamente se volvían gratuitos y la esperanza de un futuro con el que fuera médico de Valle Azul se desintegraban al darse cuenta que él no había logrado aguantar sus impulsos sexuales, utilizando a la hermana de Joaquín Arellano para poner fin a su abstinencia.

Lloró, provocando la ternura y culpa del doctor que quiso abrazarla, pero ella lo impidió, frenandolo con una mano. Sus pensamientos aún confusos le impedían manifestar una opinión clara respecto a lo que estaba sintiendo en ese momento, sólo se limitó a reconocer al médico que la había defraudado.

Cuando Emilia sintió nudillos golpeando la puerta de su dormitorio supo de inmediato quien iba a visitarla. Era algo que no sólo sabía que sucedería, sino que además lo esperaba ansiosamente. El rostro de Carolina reflejaba su profunda decepción. Las lágrimas ya no brotaban de sus ojos, pero no eran necesarios para mostrar la tristeza de la joven. Carolina deslizó un suave "¿Por qué?", cosa que Emilia no pudo responder con palabras. Carolina había hablado con la Gurú cada día que Alonso estuvo fuera, manifestando sus ilusiones y deseos, por lo que no podía menos que sentirse traicionada.

Meses atrás Emilia le había dicho a Carolina que no podía involucrarse con el médico enfermo de la enfermedad que azotaba al mundo, pues su contagio sería inmediato, por lo que Carolina enrostró a Arellano con esta realidad.

- ¿Por que lo hiciste? Sabías que te ibas a contagiar... No sólo me lo quitaste ¡Te condenaste a muerte! -Sentenció una dolida Carolina.

Emilia la miró intensamente un momento, antes de negar con un movimiento de cabeza, bajándola, avergonzada. Carolina temió lo peor, había sido víctima de un engaño y enfrentó a la líder con esta posibilidad. Emilia le aclaró que nunca le había mentido, pero a diferencia de lo sucedido meses atrás, el destino no estaba cerrado.

- Hay una cura... -Concluyó Emilia- La encontraron hace poco en Perú. Todos los contagiados pueden salvarse.

La información llegó a Carolina como una esperanza, aunque no sabía si podría superar que Alonso ya se hubiera involucrado con otra mujer.

CONTINUARÁ...

lunes, 23 de abril de 2012

CAPÍTULO 17: "7 años atrás"


"Valle Azul" era un pueblo que debía su nombre a que sus cielos siempre estaban despejados; Las características de la zona donde se encontraba situado hacían que las nubes nunca cubrieran sus cielos, ni de día, ni de noche; El sol brillaba majestuoso en las mañanas y tardes, y al caer la noche el techo del pueblo se cubría de estrellas.

A oídos de Emilia había llegado la información que su hermano Joaquín estaba formando un culto bautizado como "La Comunidad de los Últimos Días", que ya contaba con unos pocos seguidores y que estaba liderado por el hombre que llevaba su sangre y por Lola, una mujer sumisa que cumplía un rol de esposa con él.

Las profecías del fin del mundo, que pertenecían a la doctrina "Arellano", eran palabras con las que Emilia había crecido, ya que su padre las había repetido una y otra vez durante toda su vida. Esta agrupación, que corría peligrosamente el riesgo de ser una secta, despertaba lentamente desconfianzas en los habitantes del pueblo, quienes silenciosamente empezaban a planificar la forma de expulsarlos del lugar.

Consciente de que su lazo con Joaquín estaba roto, Emilia comprendió que no podría ingresar a la secta para saber que era lo que estaba sucediendo dentro, por lo que ideó la forma de averiguar que se estaba gestando a través de una espía: Julia Ossa, una ex prostituta, que había sido rescatada de las calles por un grupo de la Universidad donde Emilia dictaba clases.

Era una mujer de una pasión que emanaba por sus poros; Tremendamente guapa y sensual, era capaz de capturar miradas de hombres y mujeres por igual; Deslenguada, no necesitaba levantar la voz para minimizar a sus contrincantes, pues contaba con la capacidad de detectar las falencias de su enemigo y liquidarlos con tan sólo una palabra.

Julia era, sin dudas, la candidata ideal para infiltrarse en la Comunidad e informar a Emilia lo que pasaba dentro, todo por supuesto a cambio de dinero, que era lo único que a ella le importaba en este mundo. Emilia y Julia idearon en conjunto el plan para que Joaquín la conociera de forma casual. Desamparada y envuelta en lágrimas, Julia lloraba en las afueras de la Comunidad cuando el líder la encontró sentada, aparentemente sin destino y le explicó que no tenía donde ir.

La invitación a unirse a la Comunidad fue inmediata, premiando el plan con el que Emilia tenía certeza haría ingresar a su espía. Las siguientes semanas ambas mujeres se comunicaron en secreto, sin embargo a poco andar Emilia comenzó a darse cuenta como los pensamientos de su hermano comenzaban a penetrar en la cabeza de Julia, convenciendola de que él podría llevarla a la salvación, pero peor incluso, que ella podría compartir una vida a su lado.

Emilia intentó por todos los medios que Julia entendiera que Joaquín le estaba lavando el cerebro, pero cuando el líder le pidió a la ex prostituta que se convirtiera en su segunda esposa, ella terminó de confirmar a quien le debería lealtad.

Desde ese día Julia Ossa se convirtió en la mano derecha de Joaquín, sin revelar nunca cuales habían sido las verdaderas motivaciones para unirse a la secta. Guardó el secreto de su doble militancia, pero los motivos que tenía Emilia para meterla de infiltrada. El verdadero rostro de la hermana de Joaquín, sus reales intenciones, ese misterio indescifrable, era algo que Julia siempre supo y que dejó escrito en una carta poco antes de morir.

Un equipo de fuerzas militares llegó hasta el Oasis del desierto informando que los últimos sobrevivientes de "Valle Azul" acababan de fallecer y el pueblo entero había sido dinamitado para prevenir nuevos focos de contagio. Emilia preguntó si habían conseguido su encargo. Un sobre sellado, que contenía la carta, fue entregado en sus manos. Emilia abrió la misiva, sus ojos se llenaron de lágrimas al leer, cerró el sobre y lo guardó en una pequeña caja donde la líder atesoraba los recuerdos más importantes de su vida, incluida una fotografía de su esposo muerto...

...CONTINUARÁ

domingo, 15 de abril de 2012

CAPÍTULO 16: "Una noche que no existe"



La noche en el desierto de Chile estaba particularmente helada. La caravana que regresaba al oasis del Norte, también llamado refugio o bunker, llevando a Alonso a su reencuentro con Carolina se había detenido para descansar  y continuar la travesía al despuntar el sol.

El médico dormía en la parte trasera de una camioneta que, supliendo las necesidades básicas de cama y luz, se había convertido en un improvisado dormitorio. Su rostro revelaba la baja de peso de los últimos meses. Su dieta se había reducido a pequeños animales que cazaba y la escasa agua que había bebido se reflejaba en un rostro fatigado y reseco. Dormía como un niño, tras comer una cena que le había llevado las fuerzas militares, cuando de pronto alguien ingresó, dibujándose como una sombra sobre él.

La mano de Emilia destapó la frazada que cubría a Montero. La hermana del líder de la extinta "Comunidad de los últimos días" observó su rostro detenidamente, analizando cada detalle de su rostro, repasando mentalmente el episodio de sangre en el que Alonso había acabado por accidente con la vida de Maximiliano, su único amor. La serenidad de la mujer y sus enigmática mirada hacían imposible deducir cuales eran las intenciones que se ocultaban en su cabeza.

Al amanecer el médico despertó y se encontró en la cama desnudo, con Emilia de la misma forma junto a él.  Su primera reacción fue de desconcierto, pero superado por la sorpresa, no logró formular palabra a la mujer que seguramente había pasado las últimas horas abrazada a su pecho.

Emilia comenzó a desperezar, descubriendo el rostro desencajado del doctor, que con una mirada desesperada esperaba una explicación para lo que había pasado, sin embargo ella depositó sus labios sobre los de él a modo de un suave beso. Alonso lo recibió durante un segundo, pero luego la empujó con violencia. Exigía que la hermana de Joaquín le dijera que había pasado entre los dos, sin embargo ella sonrió creyendo que se trataba de una broma. Alonso se puse de pie de golpe, tomando su ropa para ponérsela con prisa. La gurú se cubrió avergonzada, aguantando las lágrimas por lo que consideraba un trato humillante y con una mano alcanzó su ropa, para calzársela con prisa y así huir del lugar.

Alonso insistía que ella debía haber hecho algo, haberlo drogado o algo del estilo, para crear este montaje, pues él la única mujer que aseguraba que existía en sus pensamientos era Carolina. Antes de abandonar el vehículo Emilia se giró y mirándolo fijamente a los ojos le enrostró si podría consumar su relación con Carolina, ahora que había pasado la noche con ella.

Estas últimas palabras se repitieron una y otra vez en la cabeza de Alonso durante todo el viaje hasta el Bunker. Emilia iba sentada de copiloto, en silencio, mientras el médico desde la última fila no dejaba de mirar el paisaje.

Fueron largas horas de un silencio absoluto, mientras Montero repasaba una y otra vez lo que diría a Carolina cuando la volviera a ver. La noche anterior se encontraba borrada de su cabeza, pero despertar con Emilia desnuda en sus brazos era una prueba irrefutable de que algo había pasado entre ellos.

Las grandes puertas de hierro se abrieron y la delegación militar ingresó al Recinto. Alonso se bajó del vehículo, sin una respuesta clara en su cabeza. Emilia se le acercó para preguntarle si estaba listo para ver a Carolina, sin embargo el médico tenía serias dudas respecto a esto. En su mente competían la idea de hablarle a la madre de Eva con la verdad o regresar por el mismo camino que había llegado.

- Alonso...

Se escuchó tras el médico. Al girarse encontró a carolina con su pequeña hija en brazos. La muchacha sonreía esperando un abrazo del hombre que había extrañado los últimos meses.

... CONTINUARÁ

martes, 10 de abril de 2012

CAPÍTULO 15: "La Revelación"


Mayo del 2004 fue el año que marcó la vida de Emilia Arellano para siempre. El momento de su vida en que algo se rompió, marcando un antes y un después que, sin saberlo en ese momento, afectaría la vida de más de una persona.

Su vida era plena. Había conseguido un contrato donde el prestigio era similar en importancia a los millones que ganaría por su desempeño como Jefa de sección en un importante laboratorio médico. Había conocido a Maximiliano, un médico de quien se había enamorado desde el primer momento y con quien, luego de 5 meses de relación, tenían planes de un pronto matrimonio.

Los lazos con su familia estaban rotos de momento, sin embargo guardaba la esperanza de algún día poder restaurarlos. Maximiliano llenaba su vida. Cada mañana se aseguraba de sorprenderla con una nueva forma de demostrarle que la amaba, ya sea escribiéndolo sobre las tostadas con manjar o dejandole mensajes en el espejo del baño que aparecían con el vapor de la ducha.

Eran, a ojos de todos, la pareja perfecta. Enamorados, exitosos y con un futuro esplendoroso por delante, y lo formalizaron una fría mañana de Abril cuando se convirtieron en marido y mujer, sin embargo una semana después que la pareja diera el sí frente al altar, sus sueños se vieron truncados. Maximiliano acababa de recibir la invitación para hacerse cargo de la Dirección de una clínica que estaba pronta a inaugurar, pero no era el único candidato para el puesto.

Insistió mucho para conocer el nombre de la otra persona que aspiraba a quedarse con la dirección, sin embargo sus futuros empleadores se negaban, por ética, a decir de quien se trataba. Obsesionado Maximiliano logró dar con el nombre del médico y en un afán por conocer a su rival, encontró la dirección del postulante, decidido a hacerle una visita para conocer al enemigo.

Esperó pacientemente en las afueras, ya que el domicilio se encontraba vacío. Mientras lo hacía una tonelada de pensamientos se agolpaban en su cabeza. La mujer de la que se había enamorado era tremendamente exitosa y él, recientemente convertido en su esposo, necesitaba conseguir el nuevo puesto para estar "algo" a la altura de ella. Se sentía presionado, más aún, angustiado por ser alguien que pudiera ofrecer todo lo que, él sentía, la bella pelirroja necesitaba.

Pasada la medianoche un auto irrumpió en la calle con gran escándalo y entonces, frente a la casa cuyo domicilio Maximiliano tenía anotado en un papel, descendió Alonso Montero, el médico que por esos días aspiraba a ganarle en la competencia por ser director de la clínica a inaugurar. Su estado era de intemperancia, había estado bebiendo durante horas, victima de una fuerte depresión gatillada por el stress. Maximiliano no perdió la oportunidad de sacar la cámara fotográfica que llevaba consigo para registrar al médico manteniéndose apenas en pie.

Alonso reaccionó con el flash de la cámara y sin conocer las razones del improvisado paparazzo, se lanzó en la carrera por quitarle las fotos. Maximiliano corrió, con la energía de un hombre que no estaba bajo los efectos del alcohol. Alonso, por el contrario, tuvo que montarse en su vehículo para perseguirlo.

Los reflejos del hombre que luego se enamoraría de Magdalena eran deficientes, su visión borrosa y aunque lanzaba miradas en todas direcciones, no lograba encontrar a Maximiliano, hasta que lo vio de frente a su vehículo, encandilado por las luces, ya sin oportunidad de escapar.

El auto no sólo golpeó al hombre que Emilia tanto amaba, además pasó por encima de él, causándole la muerte inmediata. Alonso, cuya borrachera ni siquiera se espantó con el violento incidente, bajó del auto para darse cuenta que sobre la gran posa de sangre, un desconocido acababa de fallecer.

Los meses posteriores Alonso vivió en el encierro de su hogar, sin ánimos de salir, ver la luz del día, ni socializar. Dejó la postulación al puesto que tanto quería y ayudado por un excelente abogado, logró escapar de los cargos que se le imputaban como homicida, a pesar de esto, todo en Santiago le recordaba al hombre que había matad,o por lo que decidió irse de la ciudad.

Investigó algunas cosas del hombre al cual le había arrebatado la vida, enterándose que se había casado recientemente con una mujer que, tras el fallecimiento, había decidido volver a su pueblo natal, una pequeña localidad del norte llamada "Valle Azul".

Alonso viajó hasta el lugar, queriendo encontrar a la mujer de la cual sólo conocía el apellido de casada, sin embargo no pudo dar con su paradero. Por el contrario, encontró una oportunidad de empezar una nueva vida en el apacible poblado al saber de una vacante en el consultorio de la zona.

Los años pasaron, haciendo que el médico olvidara el nombre de la mujer que quería encontrar, sin embargo Emilia no olvidó nunca el nombre y el rostro del hombre que le había quitado a la única persona que había amado más que a su propia vida y cuando lo vio aparecer en la Comunidad que había fundado, lo reconoció de inmediato.

Es más, cuando le nombró "Asesino", no se refería a la muerte que le causaba a Raúl, finalmente podía culparlo en la cara por lo que había hecho a Maximiliano y que nunca, jamás, pudo superar.

En la orilla de un acantilado el vehículo de Alonso estaba estacionado mientras en su interior el médico miraba el atardecer. Habían pasado 4 meses desde que había abandonado a Carolina en el refugio del Norte donde los inmunes a la enfermedad que azotaba al mundo estaba reunidos.

Un camión militar llegó hasta él, bajando del auto Emilia, determinada a informarle al médico que la hija de Carolina acababa de nacer. El médico tomó la noticia con tranquilidad, ya antes Emilia había logrado sacarlo del camino y pensaba que informarle del nacimiento era sólo un mécanismo de tortura.

- Ya no tengo necesidad de protegerla de ti... -Concluyó con la serenidad que la caracterizaba la hermosa colorina- ...Su hija nació, está bien y Carolina quiere verte...

Alonso miró a la mujer que le generaba seria desconfianza, por el lazo de sangre de quien fuese su mayor rival, pero volver a ver a Carolina era algo que había esperado cada día desde que la había dejado atrás.

Emilia lo invitó a volver con él al refugio y, quizás, intentar tener una relación con la joven que las últimas semanas había anidado sentimientos por su persona. Alonso lo pensó un momento, antes de finalmente aceptar. Se montó en el vehículo militar, de regreso al lugar que había abandonado. Emilia lo observaba por el espejo retrovisor, sin dejar de recordar por un segundo que trasladaba al asesino del amor de su vida...

Era un acto de extrema generosidad... ¿O la antesala a un delicado y preparado plan de venganza?

CONTINUARÁ

miércoles, 4 de abril de 2012

CAPÍTULO 14: "El Final"


Eran semanas las que Alonso llevaba a la espera de un vehículo en dirección al Bunker donde Carolina había sido encerrada. Las carreteras desoladas seguían vacías, ya que muy pocos de los sobrevivientes a la enfermedad que había arrasado con gran parte de la población mundial sabían de la existencia de este refugio.

Un vehículo se divisó en el desierto. A estas alturas la imagen tenía iguales posibilidades de ser fantasía o realidad. Cuando estuvo a pocos metros de distancia, el médico se lanzó a la mitad del camino, interponiéndose en su ruta, agitando las manos para obligarlos a detenerse. La familia, conformada por padre, madre y los dos hijos pequeños, no manifestaban signos de estar enfermos y Alonso, con los conocimientos que les daba su profesión, corroboró su perfecto estado de salud. Se ofreció a llevarlos hasta el lugar de residencia de los inmunes, con la única condición que una vez que llegaran lo ingresaran al recinto, oculto en la maletera.

La familia, a regañadientes, aceptó, al descubrir que la razón de su mirada desesperada era que necesitaba volver a encontrarse con Carolina, la joven que en estos días llenaba su corazón. El camino fue el momento para que el médico les contara los detalles de la historia trazada con la muchacha, remeciendo sus recuerdos y la ansiedad por volverla a ver.

Lograron vencer la vigilancia militar y una vez dentro fueron asignados a una pequeña cabaña donde Alonso se hospedó por esa noche, sin embargo al despuntar de un nuevo día la desesperación por encontrar a Carolina lo hizo huir apenas los rayos de luz comenzaban a iluminar el lugar.

No  fue mucho lo que le costó al médico dar con el hogar de los Ortega, donde el padre y hermanos de Carolina, cuidaban de la joven que ya evidenciaba su embarazo con un vientre abultado. El médico observó desde lejos, esperando el momento que la joven estuviera sola para acercarse y decirle que había llegado a rescatarla, sin embargo a los pocos minutos comenzó a analizar la sonrisa de la muchacha, la forma en que hablaba con su familia y como era el centro de las atenciones de todos quienes la rodeaban. Luego de unos momentos Alonso lo comprendió: Carolina estaba en paz y era feliz.

Los pensamientos se atropellaban en la cabeza de Alonso, quien contagiado con la enfermedad tenía un pronostico de muerte inminente, además su móvil era un amor que no estaba completamente seguro de estar sintiendo y de llevarse a la muchacha, sería para continuar una travesía por el desierto, luchando por sobrevivir, alimentarse y tener comodidades que no se comparaban a las que ya existían en el refugio.

- Ella está bien aquí...

Fueron las palabras que sonaron de la boca de Emilia, quien llevaba ya un rato observando a Alonso. El médico se giró para mirar a la gurú con el mismo resentimiento de siempre, pero esta vez la mujer le sonrió de forma calida, intentando serenarlo.

- Si dejé que entraras en la maletera del auto y pasaras la noche acá es porque sabía que cuando vieras a Carolina, lo comprenderías... Es feliz.
- Le lavaste el cerebro.. ¡Este lugar no es distinto a la secta donde la tenía tu hermano! Sólo cambió la decoración... ¡Pero es la misma cosa!
- Si realmente crees eso... -Respondió con tono pausado- acércate a Carolina, díselo y yo mismo les paso un auto para que se vayan muy lejos de aquí...

Alonso volvió a mirar a Carolina. La muchacha recibía en el vientre el tierno beso de su padre, que emocionado acariciaba al que sería su futuro nieto, mientras uno de los hermanos de la joven jugaba con el pequeño Renato intentando sacarle una sonrisa.

-  Pero si realmente la quieres, lo que tiene que importarte es su felicidad... -Concluyó la guía- Es el momento de tomar una decisión...

Alonso pensó un momento, antes de finalmente desistir de los que eran sus planes iniciales. Preguntó a Emilia si el auto que le había ofrecido estaba disponible para él, a lo que la gurú confirmó con un movimiento de cabeza. Los militares prepararon el vehículo, llenando el estanque con combustible y preparándolo con provisiones de alimentos para las siguientes semanas. El médico lo abordó, dando una última mirada hacia atrás, consciente de que dejaba a Carolina para siempre. Puso la mano en la llave, temblando antes de finalmente girarla para echar el auto a andar. Las gruesas puertas metálicas se abrieron, dejando salir al médico, con rumbo desconocido.

Desde un rincón, Carolina emergió cuando confirmó que Alonso se había ido. Sus ojos se llenaron de lágrimas, aguantando un llanto que luchaba por explotar. Emilia puso su mano sobre la de ella, dándole fuerzas.

- Hiciste lo correcto, Carolina... -Concluyó la hermana de Joaquín Arellano- ...No se habría ido si no te hubiera visto sonreír...
- Voy a extrañarlo... -Respondió afectada.
- Él va a estar bien... Tú lo estarás... Y tu hijo también lo hará... -Se acercó con el cariño de una madre, susurrando con delicadeza- Créeme. Yo me encargaré de eso...

Alonso manejó por horas, alejándose cada vez más del refugio. Los días, semanas y meses avanzaron muy lento, pero de pronto, casi sin saber como, llegó el momento en que Carolina dio a luz. Emilia asistió el parto de una hermosa niña a quien la líder aconsejó llamar "Eva", pues estaba convencida que ella y el pequeño Renato serían los pilares de una nueva sociedad. Una sociedad limpia, sin egoísmos, odios, ni traiciones. Un nuevo mundo.

Todo lo malo era parte del pasado y este, era el comienzo de una etapa de plenitud. Los últimos días ya habían terminado, estos eran los primeros de algo nuevo...

FIN

lunes, 2 de abril de 2012

CAPÍTULO 13: "El fin del camino"

Para Alonso y Carolina el que alguna vez fuese un apacible "Valle Azul" cada vez quedaba más atrás. Habían sido largas semanas de un intenso viaje en el que habían conocido la nueva Comunidad liderada por Emilia Arellano, hermana del fallecido Joaquín; Habían conocido un pueblo habitado sólo por niños, Carolina había sobrevivido al ataque de zorros salvajes y Alonso finalmente estaba libre, luego de ser acusado por causar la muerte de Raúl. En medio de la caótica aventura un sentimiento había florecido entre ambos, no era amor, pues ambos cargaban con el recuerdo de las personas que habían marcado su vida, pero sí era el paso anterior a este sentimiento. Un beso con el que Alonso le había devuelto la vida a la muchacha era el chispazo inicial para una pasión que tomaba cada segundo más fuerza.

Emilia le recordó a Carolina que aunque ella se encontraba sana de la enfermedad que había azotado al mundo entero, el contagio se produciría si la joven caía en los brazos del doctor, sin embargo esa noche, la última antes de llegar finalmente al bunker que tanto habían esperado, la joven se acercó al médico que miraba las chispas de una fogata, absorto en sus pensamientos.

Fue el momento en que ambos se sinceraron respecto de sus sentimientos. Carolina sentía miedo de que Alonso siguiera amando a Magdalena, pues ya en el pasado había sucedido que aún cuando él la creía muerta, su corazón no había dejado de latir por su recuerdo. Esta vez era diferente, le aclaró, pues contrario a lo sucedido 3 años atrás, esta vez la había visto morir en sus brazos; La ocasión anterior la esperanza de que ella siguiera viva era lo que lo había mantenido atado.

Carolina y Alonso unieron sus labios en un tierno, dulce y pausado beso. El médico tomó el rostro de la muchacha con ambas manos, desesperando por devorar su boca y desatar la pasión que estaba latente para ambos. La muchacha sintió el calor interno que la recorría de pies a cabeza, dejó que el doctor besara su cuello y descubriera su hombro para besarlo con intensidad. El momento de consumar lo que ambos querían estaban a sólo segundos, hasta que la muchacha repentinamente se detuvo revelando finalmente al doctor las razones de su rechazo.

"¡Emilia está mintiendo"! replicó Alonso a la muchacha, seguro de que esta era sólo una mentira de la Gurú para mantenerlos alejados. Carolina estaba confundida, insegura respecto al cómo actuar. Los gritos de la pelea despertaron a la hermana de Joaquín, quien rápidamente se apersonó para defender la tesis que marcaba la gran limitante para que Alonso y Carolina pudieran estar juntos. Alonso la enrostró, estaba seguro que su sangre Arellano portaba la misma locura y maldad que había llevado a tristes desenlaces a su padre y hermano. Violento empujó a la líder, haciendola caer al suelo y se alejó buscando calmar sus ánimos sulfurados. La reacción aireada fue la que la mujer de intensos ojos verdes usó para que Carolina se diera cuanta los estragos que causaba la enfermedad en quienes la padecían. En el silencio, Carolina ocultó sus inseguridades.

Lo que hasta ahora habían nombrado como "Bunker" en realidad era una Colonia de inmunes a la enfermedad que había acabado con un gran porcentaje de la Comunidad mundial. La van militar manejada por Emilia estaba a poco kilómetros de llegar a destino y en el interior del vehículo la tensión entre los ocupantes era evidente luego del episodio de la noche anterior.

Un gran portón metálico era el único acceso a un sector cercado con gruesas y altas paredes de concreto. Los recién llegados descendieron del vehículo, siendo recibidos por militares que custodiaban la entrada y que reconocieron a Emilia apenas la vieron bajar. Les dieron la bienvenida, abriendo las puertas para permitirles el ingreso.

La Colonia era un lugar de ensueño. Un verdadero oasis en medio del desierto. Tras las gruesas paredes se desplegaba un trozo del cielo en la tierra. Una gran laguna artificial permitía que creciera abundante vegetación alrededor de ella. Animales pastaban y corrían libres, conviviendo en paz con la población que vivía en rusticas casas de madera que, a pesar de su apariencia sencilla, eran muy cómodas y funcionales. A pesar del aspecto antiguo del lugar, la tecnología abundaba, pues era la herencia de lo alcanzado por la sociedad hasta este momento y el único signo de que este seguía siendo el siglo XXI.

Avanzaron para ingresar, pero fue entonces cuando los guardias pusieron sus armas para impedir el paso de Alonso. El médico reaccionó con sorpresa, sin entender porque la negativa al ingreso. Emilia recibió la pregunta de uno de los oficiales, antes de confirmarle con un movimiento de cabeza y un certero "Sí, él está contagiado".

El rostro de Carolina se desencajó al darse cuenta que Alonso no podría ingresar junto a ella. Comenzó a llorar, a suplicar a todos quienes la escuchaban que lo dejaran entrar con ella. Que era su amigo, la única persona que le importaba en la vida. Fue el momento en el que el padre de la muchacha se le unió desde el interior para recibirla y darle contención.

Alonso miró a Carolina, mientras la futura madre era inevitablemente llevada hacia el interior por los militares, a pesar de que sus piernas se doblaban como si fueran de lana, resistiéndose. Emilia se acercó al doctor, poniendo su mano con suavidad sobre el antebrazo de él. Alonso hizo un movimiento brusco, zafando del gesto.

- ¡¿Por que estás haciendo esto?! ¡¿Por que quieres quedarte con Carolina?!
- No es ella la que me interesa... -Concluyó Emilia con el misterio que la caracterizaba y cargando al pequeño Renato en sus brazos- Es el hijo que lleva en su interior por el que tengo que velar... Se terminó, Alonso. Desde ahora, no vas a poder acercarte a ninguno de ellos nunca más...

Las palabras de la mujer sonaron como un eco en la cabeza del médico mientras la veía ingresar al lugar. Desconocía sus planes, pero no podían ser buenos. Las gruesas puertas metálicas se cerraron herméticamente. El lugar al que tanto ansiaban llegar eran finalmente el que separaba a Alonso y Carolina para siempre. De fondo se escuchaban los gritos desesperados de Carolina, clamando por una ayuda que el médico ya no le podía dar.

...CONTINUARÁ


viernes, 30 de marzo de 2012

CAPITULO 12: "El Comienzo del Fin"

Una gruesa nube de humo impedía la visibilidad. Los gritos profundos de los militares intentando controlar el incendio inundaban el lugar. El calor aumentaba, producto de las llamas que alcanzaban rápidamente nuevas dependencias del recinto militar y de tanto en tanto lanzaban rayos de luz que permitían escasamente observar el entorno.

Carolina y Alonso intentaban encontrar una salida, buscando desesperadamente una puerta que al abrir diera hacia el exterior. El tiempo se agotaba y en medio de la desesperación, Carolina comenzó a sentirse sofocada, disminuyendo la velocidad de sus pasos. Trató de afirmarse de algo, pero al no encontrar un objeto que sirviera de pasamanos se desplomó con fuerza, golpeándose la cabeza contra el cemento.

El médico reaccionó al escuchar el estrepitoso ruido y al girarse descubrió el cuerpo de la muchacha en medio del pasillo. Una turba de militares corría a toda velocidad, amenazando con pasar por encima de la joven embarazada, pero un gran grito de Alonso los detuvo.

- ¡Paren! -Gritó con energía, antes de desplomarse junto a Carolina, para darle golpecitos en las mejillas que la hicieran reaccionar- Carolina, abre los ojos, mírame, reacciona ¡Por favor!

El médico comprobó los signos vitales de Carolina. Su corazón seguía latiendo, a pesar de que despertaba. El infierno había estallado al interior del cuartel militar y no había tiempo que perder. Alonso se inclinó sobre la joven, apoyando sus labios sobre los de ella para darle respiración artificial. Lo intentó un par de veces, hasta que de pronto, como si hubiera recibido un golpe de adrenalina, la futura madre abrió los ojos con fuerza, descubriendo al médico a sólo centímetros de su rostro.

La técnica de reanimación tenía efectos de beso de cuento de Hadas para la pareja que hace un tiempo había comenzado a tener sentimientos el uno por el otro y en medio del desastre tuvieron tiempo para perderse en una mirada de amor.

Se abrió de golpe la gruesa compuerta principal, la corriente de aire del exterior absorbió gran parte del humo del incendio, despejando la visibilidad y entre la nube gris, se dibujó la silueta delgada de Emilia avanzando hacia el interior. Tomó a los sobrevivientes de Valle Azul y los obligó a salir del lugar antes que se viniera abajo por completo.

Los militares huyeron, presurosos por salvar sus vidas por sobre el equipamiento militar. Todos los presentes fueron testigos cuando la gigantesca construcción cedió producto del calor que derritió sus cimientos y pronto se vino abajo, enterrando para siempre las instalaciones que incluían vehículos y laboratorios de la Institución.

Emilia habló a Carolina por primera vez con cierto grado de rudeza. Le hizo ver que esas instalaciones contenían las únicas pruebas realizadas para encontrar un antídoto a la enfermedad que azotaba al mundo. Ahora la esperanzas de todos los enfermos, incluido Alonso, se había extinguido para siempre por causa del atentado de la muchacha.

La gurú invitó a la pareja a abordar la van donde Renato dormía, ausente del caos que se había desatado afuera. Ella misma los llevaría hasta el Bunker en el Norte para asegurarse que Carolina llegara bien, sin poner en riesgo su embarazo nuevamente.

En el médico las dudas respecto a la hermana de Arellano aumentaban. La noche que llegó hasta la celda de Raúl ningún militar lo detuvo hasta que había concretado su acción de asesinarlo y cuando Carolina inició el fuego, nadie la bloqueó en la campaña por rescatarlo. Para Montero todo esto parecía haber estado en conocimiento de Emilia, más aún, parecía ser parte de un delicado plan que terminaba tal cuál estaban dándose las cosas.

La mujer que manejaba la van con aparente serenidad llevaba la sangre de Joaquín Arellano corriendo por sus venas y era hija de un hombre que había enloquecido creyéndose Dios, sin embargo había abierto las puertas del recinto militar para que pudieran salir, salvando sus vidas... La líder era un misterio. Emilia era un ángel ¿O un demonio? Su mirada serena impedía obtener una respuesta concreta.

...CONTINUARÁ


jueves, 29 de marzo de 2012

CAPITULO 11: "El Gran Escape"

Los años que Carolina estuvo involucrada en drogas pasó por todo tipo de especialistas que intentaron ayudarla y además fue internada tres veces en clínicas de rehabilitación para que dejara el consumo. A pesar de ser lugares que contaban con altísimas normas de seguridad, el ingenio de la joven siempre la ayudaba para escapar del encierro, eludiendo guardias, doctores y enfermeras.

Alonso había sido tomado preso por terminar con el sufrimiento de Raúl al causarle la muerte y permanecía encerrado en una celda donde era custodiado por dos militares que iban rotando día y noche. Emilia había aconsejado a la futura madre que continuara su viaje hacia el Bunker en el norte e incluso se había ofrecido como compañera para el resto del trayecto, sin embargo el deseo de Carolina era continuar el tramo con Alonso.

Cuando cayó la noche y gran parte del personal militar se encontraba en sus habitaciones durmiendo, la joven se levantó de su cama con cautela, avanzó por el pasillo que llevaba hasta las celdas y observó desde el marco de la puerta el panorama. Los militares de guardia se encontraban conversando animadamente, sin saber que la muchacha analizaba cada uno de sus movimientos. Inspeccionó con la mirada todo el entorno, descubriendo que sobre la mesa un manojo de llaves seguramente contenía la que abría la prisión del que fuera médico de Valle Azul.

Necesitaba generar una situación que sacara a los guardias de la vigilia, por lo que avanzó hasta un pequeño cuarto donde se almacenaban algunos víveres. Tomó papel, un poco de liquido para limpieza y sacando un fósforo de una pequeña cajita, le prendió fuego. Las llamas rápidamente dieron paso a un humo que salió al pasillo, activando las alarmas de incendio y generando al pánico al interior del recinto militar.

Los custodios de Alonso abandonaron su sitio, para ayudar a apagar las llamas, al tiempo que Carolina corrió hasta la celda del médico, quien rápidamente comprendió que el atentado había sido causado por ella para generar el escape. La joven tomó las llaves, temblorosa intentó varias veces hasta dar con la que abría el candado y cuando acertó, escuchó el grito de uno de los militares que había descubierto lo sucedido.

Sin dudarlo un momento el médico levantó la gruesa silla metálica y golpeó al militar, estrellándolo contra un mueble que provocó que cayera inconsciente. Corrieron a la habitación para tomar al pequeño Renato y escapar del lugar, que en cosa de segundos se había convertido en un caos por la posibilidad de que el fuego se extendiera y acabara con todo.

Los pasillos se llenaron de humo, el fuego alcanzó material inflamable incendiando una segunda habitación. Los militares accionaron los sistemas de emergencia, mientras daban ordenes para controlar el infierno desatado. Carolina y Alonso no eran prioridad cuando la base que concentraba toda su inteligencia militar estaba a punto de ser reducida a cenizas.

Ingresaron al dormitorio de la muchacha, descubriendo que el lugar donde dormía Renato ahora estaba vacío. Salieron con premura al pasillo, mirando en todas direcciones, hasta que de pronto, de forma instintiva Alonso miró a una de las cámaras.

Desde otra sala, donde el fuego no era un peligro, Emilia observaba al médico y Carolina a través de la cámara de seguridad. En sus brazos la hermana de Joaquín sostenía al bebé de Magdalena. Su expresión se encontraba congelada, mientras observaba la pareja que en cosa de segundos podía fallecer producto de las llamas. La decisión estaba en sus manos, podía salvarlos o dejarlos morir y quedarse con el infante con quien compartía el fuerte lazo de sangre.

...CONTINUARA


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El Final está muy cerca


miércoles, 28 de marzo de 2012

CAPITULO 10: "Paciente Cero" 2da Parte

La enfermedad que afectaba al mundo entero había caído con especial furia sobre Raúl, alcalde del apacible Valle Azul, afectando su salud física, pero también mental. Desde su diagnostico los cambios de ánimo habían llevado a episodios de violencia, especialmente en contra de Milagros, la mujer con la que había encontrado una segunda oportunidad para el amor luego de 14 años viudo.

Consciente de que su deterioro no se frenaría, había decidido abandonar el pueblo, para así proteger de si mismo a la mujer que amaba. Eduardo, su leal secretario, se enteró de la noticia y rápidamente se montó en un vehículo militar para alcanzar el paso del Alcalde, que ya se encontraba por cruzar la zona de bloqueo que mantenía al pueblo en estado de aislamiento.

Le insistió y rogó una y otra vez que no abandonará el pueblo, que hacerlo sólo lo llevaría a la muerte en el desierto, pero el Alcalde, afectado en sus facultades mentales, lo empujó con fuerza, corriendo para cruzar el puente que llevaba al pueblo, sin considerar que en ese mismo instante las fuerzas militares accionaban el mecanismo que hacía explotar una bomba sobre un cerro, aislando de forma definitiva el lugar.

Eduardo vio a quien fuese su jefe y amigo salir expulsado con la fuerza de la explosión, al ser golpeado con un gran fragmento de roca que lo lanzó al otro lado del barranco, perdiéndose en la nube de polvo y piedra, hasta finalmente quedar tirado en medio de una mancha de sangre. La fuerza del estallido fue determinante para que el secretario concluyera que el Alcalde había muerto.

Hoy, a varios meses de ese suceso, Alonso se encontraba en una instalación militar donde Raúl descansaba con escasas fuerzas en una celda de acrílico transparente. Los militares habían encontrado al Alcalde moribundo poco después de la explosión y se lo habían llevado hasta las instalaciones para realizar toda serie de experimentos con él.

Las semanas que había vivido el Alcalde en este encierro habían sido sin dudas, las peores de su vida, pero a pesar de que los Militares tenían conciencia de que le causaban daño, estaban seguro que en él podrían realizar todas las pruebas médicas que los llevarían a encontrar un antídoto.

A la cabeza de los análisis estaba Emilia Arellano, hermana del difunto líder de la secta, que sin tener grado militar era la única capaz de dirigir los experimentos por sus excepcionales conocimientos de biología. Alonso se sorprendió al escuchar el nombre de la mujer, sin entender por qué esta había guardado dicha información cuando los conoció y se aferró de esto para reiterar a Carolina que no confiaba en ella.

Al caer la noche Carolina, el médico y el bebé Renato recibieron comida y la posibilidad de darse un buen baño. Albergados en pequeñas celdas, que parecían sencillas piezas de hotel, la pareja se reunió en el cuarto de ella para disfrutar la primera cena en semanas.

La futura madre había podido lavar su cabello y lo había laceado en una coqueta cola que descansaba a un costado de su cabeza. Los militares habían conseguido para ella un vestido de seda blanco, que se movía ligero con el gentil movimiento de la muchacha por la habitación. Alonso, quien hace algunas semanas había comenzado a descubrir sentimientos por ella, estaba obnubilado con su belleza y Carolina de forma muy sutil, disfrutaba la coquetería con que le hablaba.

Comieron con luz tenue. Disfrutaron una copa de vino. Rieron por anécdotas pasadas, como no había sucedido desde que habían abandonado el pueblo. El uno descubrió cosas que desconocía del otro, y pudieron compartir la tristeza de haber perdido a la persona amada, revelando episodios vividos con Magdalena y Dante respectivamente.

Ambos estaban solos en un mundo que se extinguía y posiblemente no habrían puestos sus ojos en el otro antes, pero ahora se acompañaban, se apoyaban, habían desarrollado una amistad, que con un poco de trabajo y tiempo podría convertirse en un nuevo amor.

Alonso se levantó de la silla, avanzando sin dejar de mirar a la muchacha y tocó su hombro. Carolina cerró los ojos, disfrutando la caricia, mientras en su cabeza sonaban fuertes las palabras dichas por Emilia. Una sentencia, una orden para salvar su vida. No podía tener relaciones sexuales con el médico, pues esto la contagiaría de la enfermedad que afectaba al doctor y que ya había acabado con un 70% de la población mundial.

Recibió un beso en su hombro y luego sintió el calor de la respiración de Alonso subiendo por su cuello hasta la oreja, erizandola por completo. El médico acarició su brazo, pasando suavemente su mano hasta llegar a la espalda, tomándola por la nuca para hacer que la muchacha levantara la cara y cuando ambos se miraron a los ojos, comprendieron que el momento de su primer beso había llegado.

Ambos sentían deseo. Ambos querían un momento de paz. Ambos querían reconectarse con sus emociones más primarias. Ambos tenían miedo, pero un deseo que superaba el temor. Alonso se inclinó para besarla, quedando a sólo milímetros de los labios húmedos de la joven, que en el último segundo, declinó.

Quiso deshacerse en disculpas, pero para Alonso no eran necesarias. La molestia invadió al médico, furioso por haber cedido a sus deseos y prefirió abandonar la habitación antes de tener una pelea. Carolina quedó en su habitación llorando desgarradamente, sin saber si había hecho lo correcto al rechazar el beso que tanto esperaba.

El médico avanzó furioso por el pasillo que lo conducía a su habitación, pero cuando estuvo a punto de entrar, se detuvo. Mantuvo la mano en la perilla un momento, pensando fríamente en su siguiente paso y cuando lo tuvo decidido, emprendió rumbo en otra dirección.

La habitación transparente de Raúl no tenía guardias, por lo que el acceso para Alonso fue fácil. El Alcalde estaba despierto, últimamente no lograba conciliar el sueño, ni siquiera para eso parecía tener fuerzas. Algunos huesos estaban expuestos producto de la putrefacción de la carne y su cabello se había caído casi por completo. Con dificultad logró articular una frase.

- Ayúdame... -Balbuceó.

Alonso levantó la mano y sin dudar la acercó a la cara de Raúl para tapar su nariz y boca. El Alcalde se agitó unos momentos, cayendo en la desesperación natural, a pesar de que la muerte era lo que más esperaba. Los ojos de Alonso se llenaron de lágrimas, reuniendo las fuerzas para llegar con la acción hasta el final y cuando finalmente sintió que el cuerpo dejaba de moverse, comprendió que el deceso había ocurrido. No tuvo momento para el sufrimiento, pues la voz de una mujer inundó la sala.

- Arrestenlo.

Alonso se giró, descubriendo a Emilia capitaneada por varios militares con armas en las manos. La gurú lo observaba con dureza, sin problemas de determinar.

- Es un asesino.

Raúl permanecia ya sin vida, mientras Alonso no tenía hacía donde escapar.

...CONTINUARA

lunes, 26 de marzo de 2012

CAPITULO 9: "Paciente Cero" 1era Parte

El lugar que antes había sido usado como establo para los animales se encontraba completamente a oscuras. A pesar de que era de día, las tapas sobre puertas y ventanas lo hacían impenetrable por la luz del sol. Un montón de paja estaba apilada en una esquina y en medio de esta, diminuta, casi imperceptible, una pequeña niña abrazaba sus piernas con fuerzas, mientras lloraba sin consuelo.

Una flor del desierto se puso delante de su mirada, pero la niña, superada por su tristeza, negó el recibirla realizando un movimiento de cabeza. Se limpió las lágrimas con la manga de su blusa, intentando controlar las nuevas que luchaban por brotar de sus ojos. Una voz suave, casi maternal, intentó calmarla.

- Ya, linda, tranquila... Todo está bien.

La mano pálida y estilizada de Emilia acarició el rostro de la menor, mientras sonreía amable a la pequeña huérfana para que esta se calmara y dejara de sentir culpa por haberle fallado en la misión asignada. La noche anterior la pequeña había logrado llevarse al pequeño Renato del lado de Carolina, por orden de la hermana de Arellano, pero cuando Alonso había descubierto a los secuestradores, todo el plan se había frustrado.

- Es que... -Repetía entre lágrimas- yo hice lo que usted me pidió, pero ese doctor me quitó a la guaguita...
- No importa, mi amor, quisiste ayudarme y estoy muy agradecida contigo por eso...

Emilia besó a la menor en la frente, antes de ponerse de pie y ordenar severa a uno de los seguidores que la acompañaba que se quedara cuidando a la niña y al resto de los huérfanos del pueblo fantasma. El varón intentó replicar, pero bastó sólo una mirada firme de su líder para que comprendiera que no debía cuestionar sus designios. Luego de la intimidación, la cautivante gurú le explicó a su discípulo que los niños no podían quedarse solos en un pueblo abandonado y hacerse cargo de ellos era la nueva misión que a él le correspondía en la vida. Sin decir más palabras, el hombre de características regordetas y algo apocado en aspecto, observó a su guía abandonando el establo, posiblemente para siempre.

Carolina cocinaba en una improvisada fogata un ave que Alonso había capturado horas antes. El médico se había alejado de la muchacha para montarse en un cerro que le daría la panorámica del entorno, calculando cuanta distancia les faltaba por recorrer para llegar al refugio. La futura madre tarareaba una suave canción, observada con detenimiento por Renato, quien a pesar de sus cortas semanas de vida parecía reaccionar ante la melodiosa voz de la muchacha.

La tranquilidad del momento se vio repentinamente interrumpido cuando un grito de Alonso alertó a la joven. Desde las alturas el médico, en su afán de descubrir la ruta a seguir, vio un grupo de zorros que se acercaba cauteloso hasta el lugar donde la muchacha y el bebé estaban.

- ¡Cuidado!

Carolina se giró, encontrando su mirada de frente a la de un zorro que esperaba el momento exacto para lanzarse sobre ella y atacarla. Alonso descendía el monte corriendo a toda velocidad, mientras la joven marchaba lentamente hacia atrás, acercándose para proteger al menor.

Un segundo zorro se acercó por un costado, emergiendo un tercero y cuarto, todos hambrientos y dispuestos a atacar. Carolina temblaba de miedo, logró sacar al bebé del canasto y lo abrazó con fuerza. Miraba a la distancia a Alonso que intensificaba su carrera en una acción que parecía inútil por lo tardía.

- ¡No, no, no! - Repetía el médico sin césar- ¡Carolina, Renato!

Carolina apretó al bebé con fuerza, dándose cuenta que uno de los zorros había dado un paso adelante, la antesala al ataque. Lanzó una mirada al médico, que era una señal de desesperación, pero también de despedida.

Los dientes del zorro se asomaban intimidantes, la baba caía por un costado de su boca, el gruñido era el único sonido que inundaba en ese momento el desierto de Chile, hasta que repentinamente dio un salto, lanzándose contra Carolina, quien apretó al bebé con fuerza, entregándose a su destino.

Un gran disparo retumbó entre los cerros y el zorro recibió el impacto de una bala que lo lanzó contra el suelo, esparciendo sus entrañas y levantando una nube de tierra. El resto de los zorros huyeron despavoridos, mientras Alonso llegaba junto a la muchacha que abrazó con fuerza.

Ambos miraban en todas direcciones, intentando descifrar el origen del disparo, hasta que un bulto se levantó entre las arenas, revelando a un militar que hasta entonces se mimetizaba con el entorno. Se acercó a la pareja con la diplomacia que caracteriza a la institución y les pregunto sus nombres y de donde venían. Cuando escuchó "Valle Azul" el militar reveló en su rostro una controlada reacción de sorpresa y les pidió que lo acompañaran.

Alonso le preguntó si se dirigían al Bunker que era su destino final, pero quien acababa de salvar a Carolina le respondió que pertenecía a la base anterior al mencionado lugar y que antes de que continuaran su viaje, era importante que vieran a una persona.

Carolina, Alonso y el bebé llegaron hasta una cueva que disimulaba su entrada con una gran roca. El militar los hizo ingresar, revelando en el interior las complejas instalaciones donde todo el personal militar operaba modernos computadores. Avanzaron por un largo pasillo que finalizaba en una celda con paredes transparentes y el Oficial les informó del paciente que se mantenía recluido en el lugar. Era el llamado "Paciente Cero", no por ser el primero en haber manifestado signos de la enfermedad, sino que por ser el que reaccionó de forma más violenta a ella, y era uno de los que había logrado sobrevivir más tiempo, a pesar de que esto era por intervención de ellos mismos.

Sobre una camilla de similares características a la celda descansaba el cuerpo débil de una persona que, producto de la enfermedad y todos los experimentos realizados por los militares, parecía una bolsa de carne putrefacta más que un ser humano.

"Tienes visita" sentenció el militar, provocando que la persona en la camilla se girara con sus escasas fuerzas. Su rostro estaba deformado por manchas y heridas sangrantes, sin embargo Alonso reconoció su mirada. Con impacto el médico se llevó la mano a la boca, sin poder creer a quien estaba viendo.

- Raúl... -Concluyó Montero- Estás vivo.

Quien fuese alcalde de Valle Azul no podía articular respuesta, sólo suplicar con una mirada por ayuda en su sufrimiento.

CONTINUARA...